Toros

Sáldivar corta un rabo en la México y Ponce una oreja en el adiós de Tejero

  • El mexicano cuaja una gran faena en el sobrero de regalo y el diestro valenciano brinda un toro a sus subalterno que se despide de los ruedos. Silveti, ovacionado

El matador de toros Arturo Saldívar ratificó ayer en la Plaza México el extraordinario momento que atraviesa. El torero de Teocaltiche, que ya había obtenido las orejas del quinto, cortó el rabo de un sombrero de regalo para poner la guinda a una tarde grande, pletórica de ambición, intensidad y destreza para sacar el máximo rédito de un animal al que sacó con paciente técnica su fondo de bravura. La segunda parte de faena fue realmente intensa con el público pues en pie al final de cada tanda.

Antes llevó a cabo una faena muy emotiva al quinto toro del festejo, un ejemplar noble pero justo de empuje al que administró muy bien Saldívar, que le dejó la muleta puesta y dilató su embestida pase a pase. Labor de mucha plasticidad y tremenda decisión, aderezada con imaginativos remates y abrochada con apretadísimas manoletinas que le hicieron acreedor a las dos orejas. Antes había emborronado con el acero una faena de gran mérito al tercer toro, un animal deslucido, distraído y agarrado al piso al que saludo con el capote de rodillas antes de mostrarse paciente y seguro muleta en mano. Dos pinchazos y media desprendida quitaron reconocimiento a su labor.

Enrique Ponce había cortado la primera oreja de la Temporada Grande. El de Chiva se las vio con un animal con calidad pero muy justo de fuerza al que, luego de un prometedor inicio, lo cuidó y lidió con inteligencia, templando su embestida a media altura, para acabar empujándolo con delicadeza en series de ralentizada ejecución, principalmente con la mano derecha, que por su expresión y compostura llegaron mucho al tendido. El postre de la poncina desató la apoteosis y después de media estocada el juez asomó el pañuelo en el palco.

El segundo fue devuelto tras ser protestado por su presencia y en su lugar apareció un animal de muy descastada condición. Ponce estuvo largo rato tratando de extraer rédito de un ejemplar que nunca le prestó colaboración. En su afán por abrir la Puerta Grande regaló un sombrero de la misma divisa que brindó a Antonio Tejero. El toro colaboró lo justo pero Ponce potenció sus medidas virtudes en una labor de esforzada entrega que incomprensiblemente no tuvo el premio que el público demandó, pues el juez de plaza hizo oídos sordos a la petición.

Con un ambientazo dentro y fuera del coso, y más de 35.000 espectadores en los tendidos, abrió plaza y temporada el joven Silveti, que con el toro de la ceremonia -por nombre Rey David en memoria de su inolvidable progenitor- destacó con el capote en un buen quite por gaoneras y posteriormente en los primeros compases con la mano derecha de una faena que no cobró altura por culpa del astado, noble y con clase pero justo de raza, que duró muy poco. Saludó después de sufrir una aparatosa voltereta en las postrimerías de su labor. El sexto se apagó igualmente y el lucimiento del toricantano solo pudo surgir a ráfagas.

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