Toros

Morante y su tauromaquia gallista

  • El diestro fue sacado a hombros tras cortar tres orejas. Espectáculo con varios pasajes artísticos de alto nivel. Demostró que ha superado la cornada que sufrió el pasado 10 de agosto en Huesca.

Las columnas de la Ronda taurina, pétreas y señoriales, contemplaron el regreso a los ruedos de Morante, de azul goyesco, con pasamanería azabache. No cabía un alma más en los vetustos tendidos de esta hermosa plaza de toros.

Casi un mes de esfuerzo titánico, bañado en quilates de ilusión y ambición hasta cumplir como navegante en solitario paseíllo que arribó en la pleamar del burladero, bajo la presidencia, batido por el oleaje de una estremecedora ovación.

El capote dormido, a veces. Otras, como si una brisa suave del Mediterráneo ascendiera y lo acariciara, se movía con cadencia. La muleta, fundamentalmente, gallista, en sus dos vertientes, alternando poder y fantasía, en honor de Joselito y Rafael. Del rey de los toreros, ese andar delante del toro con gallardía. Del divino calvo, remates supremos, como trincherillas. Morante, ese torero de pulsos enigmáticos, que atesora tan dispares tauromaquias fundió en Ronda arte y poder, con marchamo de torería.

Morante, que supo medir los tiempos en la mayoría de las faenas, estuvo acertado con la espada en el primer envite, a excepción del último toro, al que pinchó en tres ocasiones antes de la estocada definitiva.

Además, el público, trató al diestro sevillano con cariño, lo alentó en los momentos complicados y le ovacionó fuertemente todos los pasajes en los que brilló.

La corrida de Juan Pedro Domcecq, de desigual presentación, pero en conjunto de bonitas hechuras; y con dispar comportamiento, aunque cumplió en conjunto. Una corrida que le permitió respirar al torero.

Con el toro que abrió plaza, un precioso castaño, que claudicó desde la salida por su invalidez, no tuvo opción la lucimiento.

Ante el segundo, un negro de buenas hechuras, el de La Puebla calentó motores. Ya con el capote dibujó dos bellas verónicas. La faena, bien estructurada, con juncales ayudados en su prólogo y en su epílogo, tuvo como puntal esencial una tanda diestra, en la que el torero alargó el viaje de su oponente con la cintura rota y en la que brilló como el sol una trincherilla espléndida y honda, de cartel.

Morante se creció ante el noble tercero, con mucha cuerda, tanta como para que el sevillano le atacara en varias ocasiones hasta extraer por momentos agua de un pozo que parecía agotarse. Fue una faena riquísima en matices. Si con el capote ya se estiró a la verónica, con gracia, para rematar con soberbia media, que hizo saltar la banca, con la muleta estuvo sublime en una serie de naturales, de todos los colores.

Con el cuarto, un animal manejable, el torero se dio una tregua, en una labor en la que el brillo estuvo en una serie al natural.

Con el noble quinto elevó de nuevo el listón en una faena con grandes pasajes sobre la mano derecha. Los muletazos, suaves, aterciopelados, se sucedieron en una serie que cerró con una espléndido cambio de mano, pura magia. Pero dilató en exceso el trasteo y le costó un mundo cuadrar al toro, por lo que la olla, que hervía en ese momento, se enfrió de inmediato.

Antes del último acto, el público tributó una gran ovación al torero, que lanceó a pies juntos y prendió banderillas con maestría. El último par, citando sentado en silla y quebrando de pie, supuso todo un homenaje a Rafael el Gallo. La silla quedó destrozada, entre tanto el público se arrancó por bulerías. En la muleta, tras una apertura con marchamo de torería, jugó la cintura en bellos muletazos, que arrancó a un toro noblón, pero sin clase. El trasteo, debido a ello, se vino abajo pronto. Tras la estocada, el veredicto del público fue una gran ovación, que creció y creció, entre tanto el diestro era paseado en hombros y varios partidarios gritaban que lidiase el sobrero. El torero se negó a ello y, agotado, dio por válida la prueba de su triunfal reaparición en Ronda.

La vitamina de la ilusión

Desde aquella maldita cornada en Huesca, el pasado 10 de agosto, en la que un toro le destrozó el muslo izquierdo, José Antonio 'Morante de la Puebla' ha luchado duramente para su puesta a punto física. Tras la operación de urgencia en la enfermería y cuidados a cargo del doctor Carlos Val-Carreres, la sucesión de curas en Sevilla por parte del doctor Domingo Jiménez han sido precisas. Sin duda, la rehabilitación, en este tipo de lesiones, es fundamental. El joven fisioterapeuta coriano José Antonio Salas ha contribuido a la aceleración de la reaparición de Morante, que se ha sometido a varios tratamientos, con combinación de ozono, magnetoterapia, ondas de choque y electroterapia, todo ello encaminado a la recuperación de tendones y músculos. A ello hay que sumar una vitamina fundamental para derribar esos y otros obstáculos: la ilusión. No olvidemos que Morante hizo las paces con Rivera Ordóñez, organizador del evento, tras el distanciamiento de ambos por la crítica del sevillano en la concesión de la Medalla de Oro de las Bellas Artes al segundo. Una reunión campera y un abrazo sellaron oficialmente el acuerdo y el pasaporte para que Morante vistiera de goyesco en Ronda. Y además, como único espada. Pero si todos los contratiempos esos cuidados han sido trascendentales, todavía lo ha sido más el poder de la mente del torero para el retorno y triunfo de ayer en Ronda. Sueño cumplido.

Ficha del festejo:

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