Opinión

Morante, el Curro Romero de don Ramón

Morante de la Puebla, tras su triunfo en la Feria San Miguel.

Morante de la Puebla, tras su triunfo en la Feria San Miguel. / Juan Carlos Muñoz

Cuando había acabado de pasar Baltasar en su carroza, Diodoro Canorea se ponía manos a la obra de componer los carteles de la temporada, el abono del sevillano. Y todo lo iniciaba el peculiar empresario arreglándose con Curro Romero, pues tenía bien claro que sólo el camero era imprescindible para el buen orden de las cosas. Y es que tenía la amarga experiencia de aquel 1960 en que lo dejó fuera para, sobre la marcha, tener que rectificar la cartelería al ver la reacción de Sevilla, iracunda en la decisión de reclamar la presencia de su torero preferido.

Y ya se sabe que la historia suele componerse de ciclos que se repiten y he aquí que hogaño, Ramón Valencia ha tomado una decisión que recuerda a la de su suegro. Si Canorea se arreglaba con Romero para, seguidamente, poner en fila al toreo, su yerno hace ahora algo parecido. Romero en su casa desde hace una eternidad, Morante es el elegido para que después de él salgan las combinaciones, engarzadas como salen las cerezas del cesto. Combinaciones brillantes que hacen que la temporada en la Maestranza tenga el lustre de casi siempre para que la auténtica normalidad como se espera.

Las seis corridas del orfebre cigarrero conforman la base del abono, pero estamos ante una programación con muchos vértices y que arranca el Domingo de Resurrección con el cartel que Sevilla quiere. Un cartel tan deseado como rematado y que está en consonancia con aquellos en los que cierto faraón comparecía tras el largo invierno por Iris como un dios laico. Es lo que hogaño representa Morante y con la compañía esa tarde de Juan Ortega y Pablo Aguado, esas dos nuevas debilidades que Sevilla ha encontrado de forma tan inopinada como agradable.

Es la apertura para un ciclo en el que son todos los que están, aunque se eche en falta algún que otro nombre, llámese Alejandro Talavante, Diego Ventura o Paco Ureña. Son unos carteles en los que ha entrado por vez primera El Parralejo, esa ganadería que con tanto mimo cuidaba el irrepetible Pepe Moya. Carteles en los que figuran con fuerza El Juli, Manzanares, Roca Rey y Diego Urdiales, esa nueva pasión sevillana. Carteles que tienen una de sus cimas más pronunciadas en el remate ferial con la gesta de Manuel Escribano encerrándose con en solitario con la corrida de Miura.

Daniel Luque, Emilio de Justo, Miguel Ángel Perera, Antonio Ferrera, Ginés Marín, Álvaro Lorenzo, Cayetano, el retorno al Baratillo después de muchos años de Pablo Hermoso de Mendoza, el hombre que cortó el último rabo en la Maestranza, para alternar con su hijo Guillermo, la nota de esa corrida de la oportunidad para seis toreros sevillanos, muchos alicientes en una programación que, si Dios quiere, será como una vuelta a la deseada normalidad. Y como antaño hacía don Diodoro con Romero, don Ramón ha encontrado en Morante la solución, el eje donde gire el reencuentro con la normalidad.

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