Toros

Manzanares indulta un 'Chicharito' de Torrealta en la plaza de Sanlúcar

  • El de Alicante rayó a gran altura· Morante expuso mucho con un mal lote · Cayetano pechó con un lote deslucido

GANADO: De Torrealta, bien presentados para esta plaza, lo que los taurinos dicen un encierro "bonito". En cuanto a su juego, la cumbre la puso el segundo, un toro que fue indultado, aunque la corrida en conjunto no destacó, con comportamientos desiguales: el primero que fue molesto y con problemas, el tercero manso y rajado, el cuarto descastado y sin romper, el quinto mirón y poco claro y el sexto muy soso. TOREROS: Morante de la Puebla, de pistacho y azabache, estocada y descabello (gran ovación) y estocada caída (oreja). José María Manzanares, de azul pavo y oro, estocada simulada (máximos trofeos simbólicos) y estocada baja (oreja). Cayetano, de blanco y azabache, pinchazo y estocada trasera tendida y desprendida (ovación) y estocada traserita (oreja). Incidencias: La plaza rozó el lleno. Saludaron tras parear Trujillo y Luis Blázquez en el segundo y Curro Javier en el quinto.

Manzanares lo bordó en Sanlúcar con un toro de vuelta al ruedo que a la postre fue indultado por el aval del propio matador, mientras que Morante de la Puebla cortó una oreja que sonó más a medalla al mérito en el trabajo por la peoná que echó y Cayetano sumó otro trofeo discutido por los aficionados, tras la lidia del sexto.

En el orden de lidia de estas líneas debe ir por delante Manzanares, que ayer sobresalió en Sanlúcar, con las mejores armas toreras y esas exquisitas maneras.

Indultó a su primero, segundo de la suelta, un Chicharito, número 2, del hierro de Torrealta y de 509 kilos. Los de ayer en Sanlúcar no fueron los últimos veinte minutos de la vida del tal Chicharito por tres razones: porque Manzanares le hizo todo muy bien, porque el propio matador forzó el indulto venga a preguntar si lo mataba o no, y porque lo excepcional se ha convertido en normal y en cuanto sale un toro de vuelta al ruedo, el público festivo quiere destinarlo a retozar, entre complacientes y ubretudas vacas, el resto de sus días.

Y nada nos agrada más, pero también hay que decir que el toro fue un gran toro "del último tercio": con codicia y alegría, embistiendo con clase y posibilitando que un esteta de la talla de Manzanares se expresara a gusto.

Y el de Alicante lo sublimó por los dos pitones, con ese empaque, con ese poder y con ese buen gusto que agiganta lo que hace; y lo que hace, además lo dibuja a cámara lenta. Todo un recital que puso al público a batir palmas por bulerías. De lío.

También estuvo a mucha altura José Mari con el malo. Su segundo fue un toro cuyas ínfulas de salida desinfló el matador bregando por delante, y que esperó atento a los banderilleros. Repuso con mal estilo en los primeros compases por la izquierda y, después de sobarlo por la derecha, Manzanares le plantó cara al toro mirón, atacando por la derecha, hasta lucirse en dos series peleonas. Una vez armado cumplió con la zurda y cobró lo que para cualquier aficionado es una oreja de mérito.

Morante no tuvo buen lote: su primero le avisó varias veces, entre arreones y malas maneras, hasta que le pegó la voltereta, por suerte sin consecuencias; su segundo, sin romper, embestía en defensa propia, sin entrega ni clase. En ambos vimos a un torero de impasible raza, muy dispuesto, firme y trabajador, y sin dejar de regalar momentos muy especiales, como el remate de faena con su segundo.

Tampoco tuvo buen lote Cayetano. Su primero, manso y rajado, buscó los toriles y su segundo fue tan soso como el despegue del torero en el embroque, siendo premiado para no irse de vacío.

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