Contracrónica

Malos humos en la Maestranza

  • A los que se saltan la prohibición de fumar se suman los que cargan contra el ganado, la banda o los toreros

Muchos espectadores fumaron en la plaza a pesar de que está prohibido.

Muchos espectadores fumaron en la plaza a pesar de que está prohibido. / Juan Carlos Muñoz

La plaza presentaba un lleno hasta la bandera. Los tendidos parecían repletos y aún había gente por sentarse. Público en las puertas, en los vomitorios y en las escaleras. El cartel, con Morante, que parece ser un seguro de no hay billetes, prometía emociones fuertes. Y así fue, aunque no las esperadas. Los aficionados, que llegaron sonrientes a la plaza, fueron torcieron el gesto conforme avanzaba la tarde. El arranque fue prometedor, con el diestro de La Puebla del Río haciendo las delicias con el capote y algunos aficionados encendiendo su puro. Una costumbre tan taurina como prohibida en estos momentos de pandemia. Los carteles así lo indicaban.

Mientras el tabaco se consumía, la paciencia de muchos también. Cuando no era la música, que a veces era pedida a gritos desde la grada, era el ganado o los toreros. La crispación se apoderaba de los presentes mientras los toros pasaban de toriles al camión sin aportar mucho al espectáculo. "Entre lo que vale la entrada, el parking y la gasolina...", sumaba un veterano aficionado que se rascaba la cabeza apesadumbrado por lo ofrecido por toros y toreros en el albero. Junto a él, en las últimas filas de la plaza sevillana, varios espectadores discutían vehementemente. Sus vecinos de localidad intentaban calmarlos sin éxito y el resto chistaba para que se callasen.

La decepción de las lidias se transformó en un público distraído. Que se hacía selfies mientras mataban al toro o iba a por bebidas espirituosas entre el tercio de varas y el de banderillas. Otros charlaban animadamente y comentaban las alineaciones del Sevilla-Cádiz. "Ayer me quedé en casa porque chispeaba al salir y ¡pum! Puerta del Príncipe. Hoy vengo hasta de chaqueta y mira para qué ha servido...". La afición intercambiaba anécdotas como si lo que hubiera en el albero fueran cabestros. El murmullo de los tendidos se rompía una y otra vez con las tres consignas estrella de la tarde de ayer: ¡Música!, ¡mátalo ya! y ¡callarse!

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