Toros

El Juli, pletórico; Ferrera, herido grave tras una gran actuación

La temporada ha comenzado al ciento por ciento. O incluso más. Porque está por encima de todo porcentaje el nivel ofrecido por El Juli en Olivenza: cuatro orejas y un rabo son sólo el resumen final de dos faenas pletóricas, impresionantes y de recuerdo obligatorio. El madrileño anunció que haría de cada cita un sueño y lo cumplió. Estuvo a la altura del gran ambiente de una ciudad volcada en el toro, que llenó la plaza hasta agotar el papel. También lo estuvo Antonio Ferrera, que se jugó la vida en los dos toros y acabó masticando el triunfo, dos orejas, en la enfermería. Gran actuación, sin apelación posible.

Completaban el cartel Miguel Ángel Perera y José María Manzanares: el primero firmó una faena notable al cuarto, que después se enfrió y Manzanares no encontró opciones con el lote que le correspondió en suerte. Aliada indiscutible del espectáculo fue la corrida de Garcigrande y Domingo Hernández: variada en tipos, dentro todos de la buena presentación y variada en juego, con toros bravos, exigentes y alguno más deslucido, como el sexto. La mancha vulgar de una tarde memorable.

La respuesta a la gran actuación de Ferrera en el quinto la dio El Juli frente al sexto de la tarde. Fue un toro hondo, bajo, con cuello y bravo, enrazado, con temperamento. Pareció que no rompía en los primeros compases, pero El Juli no sólo lo hizo romper, sino que consiguió que se viniese arriba para formarle un auténtico lío con las dos manos. Imposible bajar más la mano en los muletazos. Después de eso, un arrimón escandaloso, en la que no se movió ni un ápice por más cerca que estuviese el toro. Nivel altísimo, faenón que rubricó con una estocada casi entera. Cortó las dos orejas y el rabo. Había cortado dos orejas del segundo, un toro con movilidad y raza al que también obligó a romper para adelante. A base de tocarlo y aguantarlo, logró que fuese a más en todo momento y, pletórico de capacidad, hizo lo que quiso con él. Tras una estocada rotunda, el doble trofeo.

Antonio Ferrera paseó las dos orejas del quinto toro de la tarde antes de pasar a la enfermería. Era el premio y el precio por una faena extraordinaria, ante un toro complicado. El extremeño, que le había formado un lío en banderillas y llegó a poner cuatro pares, le formó un lío también en la muleta: toreando, se dejó llegar los pitones a los muslos y el pecho. Muy firme, valerosísimo. Al entrar a matar, la espada cayó baja, quiso sacarla y el toro le hirió en la parte posterior del muslo izquierdo. Pasó a la enfermería tras cortar las dos orejas.

Frente al primero, un toro con tranco excelente y calidad, que le había propinado una fuerte voltereta, Ferrera toreó bien con el capote y logró dos tandas notables sobre la mano derecha. El fallo con la espada le privó de pasear una oreja. El cuarto, perfecto de hechuras, fue devuelto y salió en su lugar un sobrero de Domingo Hernández que humilló mucho y al que apenas se picó. El inicio de faena de Perera fue escalofriante, pasándose al toro cerquísima por ambos pitones. Faena grande, en la que supo también sostener al toro, que hacía por irse al tercer muletazo. Costó igualar al toro y hubo un pinchazo antes de la estocada: eso enfrió las cosas y le dejó sin premios. El último de la tarde fue un ejemplar soso y sin transmisión con el que Perera sólo pudo mostrarse voluntarioso. El tercero fue una pintura. Humilló mucho y fue bravo en el caballo, pero llegó a la muleta metiéndose por el izquierdo. Fue un toro exigente, que se movió sin querer cogerla y Manzanares tuvo que tirar de él para encelarlo y conducir sus embestidas. El séptimo fue otro toro bien presentado y de buena condición, aunque algo falto de ritmo. El alicantino estuvo pulcro, pero el trasteo no terminó de coger tono de faena grande.

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