Toros

El Juli, con raza, y Fandiño, por un estoconazo, sendos trofeos

  • Don Juan Carlos, que presidió honorariamente la Corrida de Beneficencia, recibió varias ovaciones y vítores de "¡Viva el Rey!" a lo largo del festejo

En la arena de Las Ventas iban a pelear en una batalla importante El Juli, Fandiño y Talavante en la Corrida de la Beneficencia, pero la primera ovación, cerrada, unánime, larga y respetuosa se elevó hacia el palco real, destinada a don Juan Carlos, quien presidió por última vez como Monarca la extraordinaria corrida. El Rey se emocionó. Fue una de las grandes ovaciones recibidas en su vida dedicada por aficionados a los toros en una plaza emblemática, donde le entrevisté en un par de ocasiones cuando ocupaba una barrera. Como sucedió aquella tarde cuando España acababa de ingresar en la Comunidad Europea y nos respondía que los Toros eran parte de nuestro acervo cultural y que serían respetados por las otras naciones. A lo largo del festejo se escucharon varias veces gritos de "¡Viva el Rey!". Y cuando terminó la función, el público despidió al Monarca con otra ovación cerrada y larga.

Tras lo que fue la noticia más allá del ruedo, descendamos a la arena. El Juli, con raza, y Fandiño, gracias a un estoconazo, fueron premiados con sendos trofeos, con un Talavante que se marchó de vacío. De la corrida de Alcurrucén, muy dispar en hechuras y juego y que manseó en los primeros tercios, como suele suceder con toros del encaste Núñez, destacaron para los toreros en la muleta el primero y el quinto.

El Juli realizó una buena faena a su primero, con naturales y derechazos templados y de buen trazo y pases de pecho lentos en la que faltó algo de transmisión por la escasa fortaleza del toro, que dobló las manos; con protestas del público. El astado, bajo, estrecho, vareado, noble, con entrega y fijeza, flojeó en exceso. La contundencia con la espada fue decisiva para una petición y concesión de oreja, que fue protestada. Con anterioridad, con la capa, saltó la chispa con un pique entre Fandiño, con un quite por gaoneras ceñidísimas, y El Juli, que ligó una chicuelina, una tafallera, una cordobina y media verónica.

Con el serio cuarto, un animal que no se empleó en los primeros tercios y salía de la muleta con la cara alta, El Juli se lució nuevamente con la capa, especialmente en un quite a la verónica, y, con firmeza, realizó una faena sin posibilidad de ligazón y transmisión por el citado defecto del toro. Mató de estocada muy trasera.

Iván Fandiño cumplió; ganando un trofeo de su segundo por un gran estoconazo. El alcurrucén, con trapío, manseó en los primeros tercios, pero llegó con transmisión a la muleta, aunque sin fijeza. Fandiño, en las afueras, brilló especialmente en una tanda vibrante diestra y otra al natural en las rayas. Con el toro a menos, el trasteo acabó en un arrimón, con un par de horribles bernadinas. Se tiró a morir en la suerte suprema, saliendo con la taleguilla destrozada por un varetazo a cambio de una espadazo brutal.

Su anterior, el colorao segundo, corpulento, bien armado, con movilidad, noble, se vino abajo pronto. Fandiño, que comenzó desde los medios con la diestra para una tanda muy emotiva, realizó una labor a menos cuando bajó la mano en un derechazo y el toro perdió las suyas. Ahí lo cerró próximo a las rayas y ya fuera por la caída o el cambio de terrenos, la faena se diluyó.

Alejandro Talavante no estuvo a la altura de sus actuaciones anteriores en este San Isidro. El tercero bien presentado, que esperó y puso en jaque a los banderilleros, acometió con movilidad en la muleta, aunque sin calidad. Talavante no pasó de probaturas y algunos enganchones y estuvo desacertado con los aceros.

Con el que cerró plaza, alto, montado, de pitones arremangados y de feo estilo, Talavante realizó una labor desigual que no caló en los tendidos.

El Juli y Fandiño, quienes ganaron un trofeo cada uno, fueron los protagonistas en el ruedo, entre tanto el Rey se convirtió, en su última presidencia honoraria de este envento, en el gran protagonista al que homenajeó el público con una de las ovaciones más cerradas que se hayan tributado en Las Ventas.

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