Toros

El buen oficio de Juan Ramón Jiménez destaca en Zalamea

  • El onubense cortó las dos orejas del tercero de la tarde y Carlos Roldán, una en el cuarto

Una tarde, protagonizada por cuatro becerros del Conde de La Maza, sustitutos de los anunciados de Jaralta y el buen oficio del onubense Juan Ramón Jiménez, que le cortó las dos orejas al tercero de la tarde, son parte de los más destacado de la única tarde en la que la afición zalameña ha tenido posibilidad de asistir a su plaza de toros.

Flojos y manejables los becerrotes del citado hierro, fueron el único argumento en el que hay que valorar la consistencia de la faena más lucida y con sentido total de la lidia que ejerció Juan Ramón Jiménez con el becerro que enlotó el sorteo, sin duda uno de los más manejables por fuerza y acometividad de los cuatro lidiados. Otra cosa será valorar la buena lidia que le enjaretó el onubense tanto con el capote, un voluntarioso tercio de banderillas y sin lugar a dudas una faena llena de conocimiento y buen sentido de la lidia, concebida por ambos pitones con igual lustre, llegando muletazos de muy limpio trazo y de mucha templanza, que la hicieron destacar a mucha distancia del resto de los actuantes. No había mucho enemigo pero al fin y al cabo, a Juan Ramón se le pudo ver buenas maneras y dominio de la situación.

Frente a un flojísimo animal abrió plaza, la novillera almeriense Cristina Hernández al menos mostró la virtud de sostener en pie la poca fuerza del animal que le cupo en suerte. Airosa con el saludo capotero, forjó después una faena de con altibajos, pero no exenta de detalles y de la valentía con la que se aprestó en el quite al que cerraba plaza. En la muleta se mostró con valor y aunque faltó oficio, sus maneras dejaron buen sabor en el público.

A Cruz Díaz no le favoreció el sorteo. El becerro se le puso complicado y pegajoso en el último tercio y ayudó poco a que la faena se dejara llegar por derroteros de mucho lucimiento. Sobresalió la voluntad del novillero que en ocasiones se vio sorprendido por la acometida del novillo.

Poco placeado y oficio aún por madurar mostró Carlos Roldán, sustituto del cordobés Alcaide, frente al que cerró plaza en una faena sin mucho ángel y deslabazado trazo, a la que la virtud de un estoconazo de rápido efecto le añadió un trofeo a la vuelta al ruedo en el que cerró plaza.

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