Toros

Juan del Álamo pasea una oreja por su disposición en la plaza de Madrid

  • El festejo resulta condicionado por el viento, por las pocas posibilidades del ganado a excepción del astado del triunfo, y por la escasa aptitud de los otros dos alternantes Tomasito y Miguel de Pablo

GANADERÍA: Cuatro novillos de Carmen Segovia, desiguales de presencia, mansos y complicados a excepción del segundo, aplaudido éste en el arrastre. Cuarto y sexto, de Torres Gallego, bastos y difíciles TOREROS: Tomás Joubert Tomasito, silencio y silencio. Juán del Álamo, oreja y ovación tras petición. Miguel de Pablo, silencio y silencio. Incidencias: Plaza Monumental de Madrid. Casi lleno.

De los novilleros que han pasado ya por Madrid, el que más posibilidades tiene de llegar a torero importante, si no el único, es Juan del Álamo. Por actitud, con c, y por aptitud, con p.

La novillada de ayer fue determinante para ponderar las virtudes que le adornan. Un estilo y personalidad cuya base es el valor, aunque también tiene su clase, en ocasiones buen sentido del temple, y desde luego unas ganas irrefrenables de ser gente en esto del toro.

El viento tenía achantados a todos en el ruedo. Ciertamente era un peligro citar con los engaños volando como banderas. Se hacía necesario buscar amparo del tercio hacia adentro, donde Eolo soplaba menos. Pero en absoluto le importó al joven novillero salmantino, que después de mecer el capote en el recibo con unos lances de mucha enjundia, enganchando al novillo por delante, se fue a los medios con la muleta para cuajar un trasteo de mucha disposición.

Alternó las dos manos, mejor por la derecha, más pausado y más ajustado, cuajando series de una absoluta limpieza.

Del Álamo demostró que tiene el toreo en la cabeza, como lo prueba el adecuado planteamiento de la faena, en dos fases muy distintas, cuando se venía el astado con todo el brío inicial, y cuando empezó a quedarse más corto, llevándole muy enganchado en una y otra situación sin que le tropezara ni una sola vez.

Vale cantar también al novillo, el único de la tarde que «se dejó» por uno y otro lado. Pero valen sobre todo los circulares, de mando, temple y gusto con los que Del Álamo puso a la plaza en trance de arrebato. La oreja que paseó de este primer novillo suyo fue de las de peso.

Para completar una buena opinión faltaba verle en el difícil quinto, con el que de nuevo no renunció a nada el novillero salmantino. Un astado áspero, que se volvía y revolvía en un palmo, y con la cara alta.

Así y todo se afanó el muchacho en buscarle las vueltas, sin duda con la vista puesta en la Puerta Grande. Pero fue imposible. Ni medios muletazos.

Y para colofón, la entrega al matar, con rabia, atacando en corto y por derecho aún a sabiendas de que ya estaba todo decidido. La voltereta fue tremenda, al empalarle lanzándole por los aires y ya derribado al buscarle con saña en el suelo. Cuando fue izado por las asistencias pidiendo calma a su alrededor quedó claro que Dios existe.

El francés Tomasito, auxiliado por una cuadrilla muy deficiente que en ocasiones hizo que el tendido se tomara a irreverente chufla lo que pasaba en el ruedo, no pudo con el viento en su parado primero, ni con las aviesas intenciones de su difícil segundo.

Y el debutante Miguel de Pablo, sencillamente no debió probar suerte teniendo en cuenta sus escasas dotes. Hizo el paseíllo en Las Ventas y en San Isidro muy mal aconsejado, pues bastante con poderlo contar. Su falta de oficio, el desconocimiento de una mínima técnica, incluso su fragilidad de ánimo, casi le cuestan un serio disgusto.

Seguro que hay más de unos cuantos que quieren ser torero esperando una oportunidad que no llega, y más preparados y con más afición que este De Pablo, aunque quizás sin la recomendación que la mayoría de las veces lleva a fiascos como éste.

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