San fermín

Joselillo se lleva una oreja por una faena efectista y de escaso relieve

  • Antonio Ferrera y Eduardo Gallo, condicionados por el poco juego de sus toros y por el viento constante, se fueron de vacío.

FICHA DEL FESTEJO: Toros de Dolores Aguirre, bien presentados pero mansos y deslucidos. Si acaso el tercero se movió con más clase, pero también sin llegar a "romper".

Antonio Ferrera: dos pinchazos y cuatro descabellos (silencio); y casi media, dos descabellos, estocada baja y otros dos descabellos más (silencio).

Eduardo Gallo: media (silencio); y estocada baja (silencio).

José Miguel Pérez "Joselillo": estocada (oreja); y estocada que "hace guardia", nueva estocada y siete descabellos (silencio tras aviso).

La plaza tuvo lleno de "no hay billetes" en tarde de nubes y claros, a ratos con amenaza de lluvia, pero sin agua al final, y con viento a rachas que se notó mucho en el ruedo.

El diestro José Miguel Pérez Joselillo logró la única oreja del festejo de hoy en Pamplona, premio a una faena efectista y de escaso relieve, mientras que Antonio Ferrera y Eduardo Gallo, condicionados por el poco juego de sus toros y por el viento constante en toda la tarde, se fueron de vacío.

El colmo de la mansedumbre. Ni un toro, lo que se dice ni uno "sirvió" para hacer el toreo. Ni siquiera el tercero, con el que cabría suponer que dio más facilidades por el resultado final de la faena. Pero ni ése. También Joselillo se encargó de que no hubiera mayores connotaciones en la obra. Fue una faena desvaída pese a las apariencias, puramente efectista, en la que los rodillazos y otros "efectos especiales" dieron mucho de sí. Y al final fue determinante la espada. Lo de matar a la primera en Pamplona suele dar resultado. Por eso cortó la oreja Joselillo. Un trofeo de risa, o de pena, según se mire.

Porque la faena en sí no tuvo mayor relevancia. No terminó de ponerse el torero con el capote, que, además, en uno de los lances inacabados, terminó tirándolo para seguidamente "pirarse", expresión castiza para definir la huida sin disimulo. La misma apertura de faena fue una perfecta representación del quiero y no puedo, de rodillas, pero levantándose a mitad de cada muletazo. Joselillo dio después dos tandas a derechas en plan rapidito y muy despegado. Un molinete también de hinojos en el inicio de una serie que tampoco fue a ninguna parte.

Por el izquierdo surgieron los pases espaciados, movidos y muy distanciados. En realidad no se quedó quieto nunca en lo fundamental. Por todo, no tiene sentido la oreja que concedió el presidente, el alcalde de la ciudad como manda la tradición en el día de San Fermín, en este caso falto del más mínimo rigor y pudor, taurinamente hablando, se entiende.

En el sexto no fue posible redondear nada. Y más que hubiera querido Joselillo, con la fácil que se lo había puesto en el anterior. El toro, manso, mansísimo. Fue de caballo a caballo en el tercio de varas y se comportó como un auténtico "pájaro" en banderillas. A Joselillo esta vez le venció definitivamente la desconfianza. Ferrera se encontró con un primer toro que fue también el colmo del descastamiento. Hizo todo lo posible el hombre, pero sin resultado. Para hacerse una idea, el toro, por llamarlo de alguna manera, llegó a echarse un par de veces durante el trasteo.

El cuarto tuvo genio, rebrincadito, sin terminar de pasar y sin decir nada. En cuanto Ferrera le bajó los humos se hizo todavía más imposible. Nada de nada. Gallo notó enseguida el escaso celo de su primer astado, así que se puso a torear sin probaturas previas. Parecía que le había cogido la distancia y la velocidad en una tanda que tuvo buen corte por la ligazón y limpieza de los muletazos, pero al venirse el toro abajo a las primeras de cambio aquello ya no tuvo continuidad.

El quinto se desentendió pronto de la pelea, yéndose a la querencia y poniéndose a dar vueltas al hilo de las tablas. Gallo lo intentó de mil maneras, mas la respuesta del toro fue siempre la misma, negándose. Menudo pelmazo de corrida por culpa de los toros.

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