13ª de abono de la maestranza

Un Ferrera con suma torería

  • El diestro pacense da sendas vueltas al ruedo.

  • Juan José Padilla y Alberto López Simón, que contó con un nobilísimo tercero, tuvieron actuaciones de escaso relieve.

Ferrera torea el quinto de la tarde.

Ferrera torea el quinto de la tarde. / Juan Carlos Vázquez

La tarde fue para un Antonio Ferrera aguerrido y con gusto. Torero con torería y en sazón. Cuajó una gran actuación ante el peor lote de una corrida de El Pilar, de desiguales hechuras y comportamiento, en la que destacó un nobilísimo tercero, uno de los ejemplares más importantes de los lidiados en esta Feria de Abril en la Real Maestranza.

Ferrera ante el segundo astado, manso, se mostró firme, robando muletazos junto a tablas bajo los tendidos de sol. Con aguante y con sabiduría fue pacientemente sacando todo lo que tenía el toro, un animal que se quedaba debajo y ante el que el diestro pacense cumplió con creces en un trasteo muy ovacionado. Mató de estocada caída y la petición de oreja, que no atendió el presidente, Gabriel Fernández Rey, que fue abroncado por ello, quedó en una vuelta al ruedo.

Ferrera, que recibió al quinto con una larga de pie, toreó con mimo a la verónica: media docena de lances y una media exquisita. Todo al ralentí. Las palmas echaban humo y la Banda de Tejera tocó unas notas en su honor. El extremeño sacó al toro para un quite junto al caballo en el que intercaló unos personalísimos faroles, casi caleserinas. El animal, en banderillas, se lesionó la mano derecha. Apenas podía andar. El presidente, que había cambiado el tercio de banderillas, dio marcha atrás y lo devolvió. Lástima de esa lesión del animal porque se intuía una faena grande. Pero ahí quedó grabado uno de los momentos más brillantes del toreo de capa de esta feria, que junto al que hizo su paisano, José Garrido, son la cumbre del toreo de capote de este ciclo.

Saltó el quinto bis, toro serio, que no se entregó lo más mínimo en la lidia. Cabezazos en varas. Ferrera, sin dudas ni fisuras, planteó una faena seria. Las series, con un toro que tenía mucho que torear, tuvieron como contenido muletazos con mucho gusto, con remates caros, desde pases de pecho inmensos hasta preciosos ayudados. El público pidió en vano ¡Música!. Qué más da... Si la armonía corría a cargo del veterano torero. El respetable esperaba premio, pero el toro también esperaba y ¡de qué manera! al torero. En dos envites, Ferrera pinchó a cambio de dos tornillazos que a punto estuvieron de arrancarle la cabeza. Mató de estocada casi entera. Dio una vuelta al ruedo pedida por el público, rendido ante un hombre que con oficio, inteligencia y valor había estado por encima del toro.

Juan José Padilla, con el vareado y descastado que abrió plaza, se entregó en una labor porfiona. Y con el cuarto, un astado noble, sin brío y que se apagó pronto, realizó un trasteo sin relieve.

Ferrera y Padilla, que compartieron banderillas en sus primeros toros, cumplieron sin más con los palos.

Alberto López Simón tuvo en suerte uno de los toros más nobles de la feria ante el que realizó una faena entonada, con el arma de la ligazón, en la que faltó profundidad. El torero despachó al astado de tres pinchazos y estocada y recibió una ovación.

Con el deslucido sexto, manso y blando, el público no entró en una labor que remató con dos pinchazos y una entera, echándose fuera en la suerte.

Ferrera, sin que tuviera un lote excepcional, brilló sobremanera tanto con el capote como con la muleta, dejando un buen sabor de boca. Y, además, se jugó la vida de verdad en la suerte suprema. Un hombre que a su pundonor ya consabido y a sus grandes dotes lidiadoras, añadió la sal de un toreo con gusto. Un Ferrera con suma torería.

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