Toros

Ferrera, Morenito y Sergio Aguilar, oreja en Madrid

Una oreja por coleta pasearon Antonio Ferrera, Morenito de Aranda y Alberto Aguilar en la tradicional corrida goyesca del 2 de mayo celebrada en Las Ventas.

En primer lugar Ferrera tuvo un toro abanto en los primeros tercios y que se desplazó en los primeros compases de muleta; mas fue una movilidad engañosa pues embestía con brusquedad, con la cara por encima de la hombrera y recortando cada vez más el viaje fruto de su mansedumbre. El extremeño le buscó las vueltas con el capote y pegó sus consabidas carreras en banderillas; pero no pudo hacerse con la situación en el último tercio, en una faena de querer pero de poco contenido debido a las continuas tarascadas que tuvo que sortear. El cuarto fue un manso. Llegó al último tercio prácticamente sin picar, algo que enfadó a la gente, que intentó censurar a Ferrera en banderillas. Salió espoleado el hombre por las críticas para diseñar otra labor enfibrada en la que pegó algunos pases con mucha expresión y de buena factura al natural. Faena de menos a más que consiguió callar a los críticos para acabar haciéndose con la situación a base de amor propio. Faltó algo de sosiego, eso sí, menos prisas, pero su labor conectó con la gente.

Morenito lanceó con garbo a su primero, toro también a su aire y que salió suelto en el caballo. Prologó su labor con muletazos suaves y remates pintureros para empezar en los medios una labor compuestita y en la sólo acompañó las embestidas, por eso el conjunto no acabó de romper. Esta vez no pasó de los detalles; pero la estocada, de manual, fue crucial para que los tendidos se entusiasmaran hasta tal punto que le tuvieron que conceder una excesiva oreja. El quinto fue un toro insulso, imposible para que Morenito pudiera redondear el triunfo, por lo que la labor transcurrió entre el más absoluto desinterés.

El primero de Aguilar fue manso y áspero. Se justificó en una labor meritoria pero de poco relieve. El sexto fue un toro aplomado en los primeros tercios pero que se vino arriba en la muleta, lo que aprovechó Aguilar para torearlo con asiento, quietud de plantas y buena compostura por el lado derecho. Faena de aguante, claridad de ideas y firmeza también al natural hasta que el animal se rajó. No obstante, Aguilar lo exprimió también en la distancia corta al hilo de las tablas, acabando su labor con unos doblones por abajo de suma torería.

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