Toros

Espectáculo en la penumbra

  • Una novillada bien presentada pero muy deslucida de Yerbabuena marca un festejo tedioso y de larga duración · Adrián, Angulo y Castrillón, sin apenas posibilidades de lucimiento, se marchan de vacío

GANADERÍA: Novillos de Yerbabuena (propiedad de José Ortega Cano), de encaste Pedrajas, una corridita de toros en presentación y de juego muy deslucido. TOREROS: Fernando Adrián, de crema y oro. Pinchazo, casi entera y tres descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto, media estocada y siete descabellos (silencio tras aviso). Tomás Angulo, de nazareno y oro. Entera sin puntilla (vuelta al ruedo). En el quinto, estocada (vuelta al ruedo). Luis Miguel Castrillón, que sustituía a Pascual Javier, de tabaco y oro. Estocada (saludos tras aviso). En el sexto, dos estocadas, dos descabellos, dos pinchazos, una casi entera y tres descabellos (palmas tras dos avisos). Incidencias: Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Jueves 6 de septiembre. Novillada nocturna fuera de abono. Escaso público. Un minuto de silencio por el torero y asesor taurino de la Maestranza, Ruperto de los Reyes, y por el ganadero y apoderado José Luis Marca. Tomás Angulo fue atendido en la enfermería de "Cuadro de distensión rodilla derecha sin que se aprecien signos de lesión articular y/o ligamentosa. Se practica vendaje, antiinflamatorio tópico. Aconsejándose estudio RX. Pronóstico Leve. Firmado: Doctor Octavio Mulet".

La respuesta del público en la novillada picada nocturna de ayer en la Maestranza dista mucho del casi lleno que se alcanzó en algunos festejos de la liguilla de promoción. Y es que aquellos espectáculos eran de abono y los precios de las localidades de novillada sin picadores. Anoche, por contra, los tendidos de la plaza de Sevilla estaban despoblados. Para colmo, la novillada de Yerbabuena -una corridita de toros en presentación- ofreció un juego deslucido y marcó el triste y desilusionante transcurso de un espectáculo sumido en la penumbra de una noche septembrina en la que tan sólo una resplandeciente Giralda, coqueta e iluminada, que se asomaba por encima del graderío, supuso el contrapunto a un festejo sin sal ni gracia.

Fernando Adrián no pasó de un trasteo correcto ante el novillo que abrió plaza, un dije, que acometió en los primeros tercios con nervio y al que le bajaron los humos con dos puyazos contundentes. Desarme con el capote. Con la muleta, muletazos sueltos a un ejemplar que acometía con la cara alta -defecto de todo el encierro- y mirón. Adrián, que ganó terreno a la verónica, en los lances de recibo al cuarto, logró una serie diestra con ligazón. Sucedieron tan pocas cosas bellas reseñables, que la tanda se coreó como si hubieramos alcanzado un oasis tras una larga travesía por el desierto. Incluso la Banda de Tejera se arrancó con un pasodoble. Con la izquierda, sin embargo, no hubo acople. El epílogo en cercanías, con un fallero o bernadinas, mantuvo la atención. Pero el madrileño, tras media estocada, dio un mitin con el verduguillo.

Tomás Angulo, con muchos partidarios que le aplaudieron todo, se enfibró en algunos muletazos sueltos, componiendo la figura, en una labor desceñida -con brindis al ganadero- ante un oponente que acometía sin entrega. Mató de un estocada de la que rodó el toro sin puntilla y se marcó una vuelta al ruedo por su cuenta. Con el quinto, un ejemplar más parado que el caballo de un retratista, no tuvo opción alguna. El extremeño se tiró a ley en la suerte suprema y fue zarandeado durante unos segundo que se hicieron eternos. Salió ileso, entre tanto el novillo caía rodao. Tras el impacto de la cogida, cojeando, dio una vuelta al ruedo.

Luis Miguel Castrillón, con menor rodaje que sus compañeros, apuntó buenas maneras ante un lote muy deslucido. Ante el tercero, que salía de los muletazos con la cara por las nubes, trazó algunos muletazos sueltos con buen corte. Con el que cerró plaza, rajado, sin descolgar y que acabó en tablas, cuajó un par de verónicas con empaque. Con la muleta, no tuvo opciones y con los aceros dio un auténtico mitin. Su apoderado, José Antonio Campuzano, que fue un gran estoqueador, tiene trabajo con el torero colombiano en la suerte suprema.

En un espectáculo que resultó aburrido en su conjunto, cuando el escaso público abandonaba la plaza entre las sombras, cuando la noche estaba a punto de ingresar en la madrugada, los comentarios se encaminaban a la cogida dramática de Angulo por el quinto novillo, cuando el astado le esperó en la suerte suprema, y le zarandeó y volteó para caer de cabeza, en picado -¡a punto de romperse la crisma!-. Sin duda, salió indemne de milagro. Fue como una luz entre tanta penumbra. Y esa vuelta al ruedo el tributo por su entrega.

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