Toros

Esfuerzo sin premio de Fandiño con dos toros de cara o cruz en Zaragoza

El torero vasco Iván Fandiño, que finalmente se quedó sin premio tangible, hizo en Zaragoza un generoso esfuerzo ante dos toros muy exigentes: uno de Parladé premiado con la vuelta al ruedo y otro Núñez del Cuvillo castigado a banderillas negras.

El lote ante el que Iván Fandiño hizo hoy en Zaragoza un generoso esfuerzo lo compusieron dos toros de acusados contrastes: uno de bravura desbordante y otro de peligrosa mansedumbre.

Y como símbolo del tan distinto, pero muy exigente, juego de ambos, asomaron por el palco de la presidencia dos pañuelos de colores distintos y poco usuales: el azul, para premiar a uno con la vuelta al ruedo en el arrastre, y el rojo, para castigar al otro con el baldón de las banderillas negras.

El bravo fue un serio cinqueño de Parladé que se fue suelto del peto y amagó por un momento en banderillas con irse rajado a las tablas. Nadie podía sospechar entonces que durante los diez minutos siguientes ese Duermevela iba a ser en la muleta de Fandiño tal torrente de bravura.

No paró de embestir con una fuerza desbordante e incansable, volviendo una y otra vez a atacar la tela de un matador que, desde el primer momento, cuando abrió la faena a pies juntos, dejó ver las virtudes del animal con mucha generosidad.

Pero Fandiño tuvo que emplearse a fondo para que el toro no se le remontara, intentando siempre someterlo con la mano baja en busca de un imprescindible mando sobre las embestidas que no siempre encontró.

El público zaragozano vibró con la determinada firmeza de un torero que nunca se arredró, y también con la gran emoción generada por una bravura que nunca bajó de intensidad. Lamentablemente pinchó Fandiño antes de la estocada y tuvo que conformarse con esa misma vuelta al ruedo que le dieron a su enemigo en el arrastre. Tablas, por tanto.

El sexto, en cambio fue un toro de Cuvillo basto y feo que salió rebotado de los caballos una y otra vez hasta que el presidente ordenó que se le banderilleara con las negras de doble arpón.

Con este también tuvo Fandiño que echar la moneda al aire, en una arriesgada apuesta que le llevó incluso a desafiar con pureza y entrega con la muleta en la izquierda a un manso áspero y desabrido que siempre amenazó sus femorales.

Venció en la pelea con el manso el valiente torero de Orduña, pero una estocada poco efectiva retrasó la muerte y le impidió cobrar el merecido premio.

Y aún hubo otro toro destacado en una corrida que congregó por primera vez un número estimable de espectadores esta feria del Pilar: fue el primero de la tarde, con el hierro de Núñez del Cuvillo.

Juan José Padilla, que volvía a Zaragoza dos años después de su gravísimo percance, lo banderilleó con facilidad y lo lidió con pulcritud, pero no acabó de dar el paso adelante con un bravo que pedía cites más cercanos y comprometidos para sacar toda su calidad. Con el cuarto, un toro rajado y en permanente huida, el jerezano se dio después a un socorrido pero intrascendente populismo.

Los toros de El Cid fueron los más deslucidos por su poca entrega y falta de clase. Y ambos les hizo el sevillano sendos trasteos anodinos, de muleta retrasada y con escaso mando.

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