David Martín. Novillero

"No soy de Escuela; voy por mi cuenta, como se hacía antiguamente"

  • Ganador del XXX Ciclo de novilladas de promoción celebrado en Sevilla en 2015. El torero, de 21 años, desciende de una importante dinastía de picadores.

El novillero David Menacho Martín, en los carteles David Martín (Castilblanco de los Arroyos, 1994), desciende de una importante saga de picadores –entre ellos, Francisco Martín Sanz, su abuelo materno, quien actuó a las órdenes, entre otros, de Curro Romero o Tomás Campuzano–. Hace cuatro años decidió apostar por el toreo a pie, como ya lo hiciera su hermano, Iván Menacho –que pasó a las filas de los banderilleros–. Autodidacta, sin pertenecer a ninguna Escuela Taurina, entrena en Gerena con su cuadrilla y agradece a los ganaderos, como Aurora Algarra, que le den oportunidades en el campo. De hecho, le brindó una faena en la Maestranza. Flamante ganador del certamen de promoción de novilladas sin picadores de Sevilla 2015, acude a la entrevista con las secuelas en su semblante de la tremenda paliza que recibió en la final en una actuación de máxima entrega. Con siete contratos en cartera, ya sueña con su próxima cita, que tendrá lugar el 14 de agosto en la localidad jiennense de Castellar.

–¿Cuándo comenzó su singladura torera?

–A los dieciséis años. Aunque siempre viví cerca del toro por mi familia, al principio me daba miedo el toro. No había probado. Un día me cambió el chip.

–¿Qué sucedió?

–Viendo a mi hermano de novillero, en el campo, me llamaba la atención las faenas de campo, el ir con las cuadrillas. Y me gustó tanto que al año siguiente, con diecisiete, debuté en público en la plaza de Bienservida, Albacete, en una becerrada de añojos. El 17 de agosto de 2012 debuté de luces en Almadén de la Plata, donde corté dos orejas y rabo al primero y el segundo me mandó al hospital con las costillas rotas.

–¿Por qué no ha ingresado en una Escuela, como es ahora el camino habitual?

–No soy de Escuela; voy por mi cuenta, como se hacía antiguamente. Con la ayuda de mi abuelo. Decidí emprenderlo por mi cuenta porque no me gusta como lo hacen en algunas Escuelas. Tiene la ventaja de que no saldré igual a otros, que cuentan con un profesor y parten de un mismo patrón. Tengo el inconveniente de torear menos porque no entro en la mayoría de ciclos de promoción a los que las Escuelas envían a sus alumnos.

–¿Cuántas novilladas ha toreado?

–Treinta y seis. La mayoría por las zonas de Madrid y La Mancha.

–¿Quiénes son sus espejos?

–El que más me ha gustado siempre ha sido José María Manzanares, padre. Y de los de ahora, Manzanares, hijo, y José Tomás. 

–¿Qué tipo de toreo le gusta?

–El de gusto y de pellizco. Que con veinte muletazos le puedas cortar las orejas al toro. Cuando el toro no lo permite, hay que sacar la garra. El día que puedo, salgo toreando con gusto y cuando no, como el pasado jueves en Sevilla, hay que tirar la moneda y agarrarse a todo. Me gusta el toreo puro, echando la pata palante –cargando la suerte–, toreando lo más despacio posible y hacia dentro, no echando el novillo fuera.

–¿Cómo vivió el debut en la Maestranza?

–Con mucha responsabilidad, después de entrenar dos meses a piñón, pensando que no se podía escapar. El jueves 23 de julio lo viví como si no fuera a torear. En el paseíllo también estuve tranquilo.

–¿No acusó nervios?

–No. Quizá porque había soñado tanto mi debut... Cuando he toreado en los pueblos no he disfrutado y no he estado tan tranquilo como en mi presentación en Sevilla, ¡con ese escenario...!

–Ya en frío, ¿cómo evalúa sus faenas?

–Con el primero, en quites estuve bien. A la verónica me molestó el vientecito. En la muleta di un pase cambiado en los medios, que no es habitual en mí. Al segundo, como al primero, lo recibí a portagayola. Aunque se paró, lo disfruté. Sobre todo, en los doblones hacia afuera. Y con la espada estuve bien.

–¿Y la final?

–Venía con más presión. Pensando en ganar. También disfruté más. Con el primero no estuve a gusto, embestía con la cara por arriba;lo pinché. El segundo tuvo complicaciones. Tiré la moneda. Y con ese disfruté.

–Contó con un gran respaldo del público.

–Me respondió bien. Estuve bien arropado por la plaza y por mis paisanos. Vinieron dos autobuses a verme.

–¿Cuál es su meta?

–Marcar una época.

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