Toros

Escribano rubrica éxito en Pamplona

Corrida interesante de Dolores Aguirre, cuyos toros lucieron divisa negra en homenaje a la fallecida ganadera. Encierro serio, en el que desentonó el enorme y cinqueño sexto -590 kilos- y que, en conjunto, dio un juego muy interesante.

De la terna compuesta por Manuel Escribano, Joselillo y Juan del Álamo, el sevillano consiguió el único trofeo, del toro que abrió plaza, y perdió otro y, por tanto, la puerta grande, por la falta de contundencia con la espada. Entre sus armas para conquistar al público de Pamplona en su presentación en este coso, desplegó valor, quietud y entrega, además de variedad capotera. A los dos toros de su lote, el mejor del encierro, los recibió con largas cambiadas de rodillas frente a toriles y banderilleó con eficacia, con varios pares al quiebro, clavando el último, también al cambio y al violín. Con el primer ejemplar de la tarde, sacó a flote un toreo sereno. Comenzó la faena con un par de muletazos por la espalda y el trasteo tuvo mayor lustre con la diestra. Mató de estocada al primer envite y cobró la primera oreja de la feria por parte de los toreros de a pie.

Escribano brindó su segundo trasteo a Antonio Nazaré, en el callejón. Apertura con muletazos suaves al noble animal. En la faena descolló un par de series diestras, con un cierre con bernadinas. Se presentía premio, pero la falta de definición con la tizona dejó el reconocimiento en una vuelta al ruedo.

Joselillo también se jugó la vida con sendas largas cambiadas frente a toriles, en las que tuvo que tumbarse en la arena para no ser cogido. Con el noble segundo, con brío y que humillaba, logró los mejores muletazos por el pitón derecho, el mejor.

En su labor al quinto, un toro que destacó por su movilidad, Joselillo se esforzó nuevamente en una faena larga y desigual, que no remató adecuadamente con los aceros.

Juan del Álamo, que se presentó en Pamplona, dejó buenas sensaciones ante el peor lote. Con el tercero, con movilidad, aunque con cierta aspereza, realizó una labor voluntariosa y sin frutos.

El sexto, el de mayor tamaño, saltó con suma facilidad hasta dos veces al callejón, con el susto consiguiente. Del Álamo, con firmeza, extrajo todo lo que tenía al manso gigantón y, además, se tiró de verdad, a morir, en una estocada de la que salió vivo milagrosamente, tras un pitonazo a la altura del abdomen. Sólo por el espadazo, mereció un trofeo. Sin embargo, todo quedó en una fuerte ovación.

Festejo muy entretenido con un Escribano que revalidó su triunfo de Sevilla ante miuras y que rozó ayer la puerta grande en Pamplona.

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