Toros

Esaú, por habilidad, premiado con el primer trofeo de la feria

Tarde muy calurosa y alrededor de media entrada en esta segunda corrida de la Feria de Abril que se saldó con el primer trofeo del ciclo y único del festejo, con el que fue premiado Esaú Fernández. Todo ello enmarcado en un espectáculo bastante pobre, determinado por el decepcionante juego de un encierro de Fuente Ymbro, en conjunto bien presentado, pero con excesiva mansedumbre; y del que se salvó el cuarto, por su entrega en la muleta.

Esaú Fernández, muy dispuesto ante su lote, recibió al manso tercero con una larga cambiada de rodillas, frente a toriles, que dibujó limpiamente. Con la muleta, hábil, logró sujetar al animal cerca de toriles, donde extrajo un par de series estimables; especialmente con la izquierda, que tuvieron el mérito de la ligazón. Labor ante manso de libro, al ponerle la muleta en la cara y tirar de él, jugando con las querencias del animal. Sonó la música y el torero se explayó en muletazos sueltos en una labor porfiona que llegó con facilidad al tendido. Mató al primer envite y tras petición mayoritaria y generosa del público, recibió la única oreja que se concedió en la tarde.

Fernández también recibió al manso sexto con otra larga de rodillas, en la que se jugó el tipo y, ya de pie, ganó terreno a la verónica. Con la muleta anduvo fácil, en una faena basada en la derecha, en la que faltó por momentos reposo y transmisión. De nuevo, seguro en la suerte suprema.

Javier Castaño y Paco Ureña se marcharon de vacío. El salmantino apostó ante el mansote primero por un trasteo encimista, en el que faltó limpieza.

Ante el cuarto, un toro que embistió con prontitud, movilidad y entrega en la muleta, Castaño aprovechó el mejor pitón, el derecho, para una faena desigual en los tercios en la que logró la mejor serie de la tarde, con muletazos largos y de mano baja. Fueron vitoreados por el público y sonó la música de inmediato. Pero la obra que tenía base sólida, tras unos circulares, se vino abajo con un epílogo frustrado de naturales con la diestra, tras arrojar el estoque simulado a la arena. Recordando lo que contaba el otro día Rafael Chicuelo en una entrevista publicada por este diario el pasado Domingo de Resurrección, faltó medida. Y es que esa virtud es una cualidad que casi ningún torero actual posee hoy en día. Para colmo, a la hora de la verdad, feo espadazo que escupió el toro y un descabello. El balance quedó en una fuerte ovación.

Paco Ureña, que debutaba como matador de toros en la Maestranza, únicamente dejó algunos apuntes positivos; especialmente, cuando asentó las zapatillas en sus trasteos. Pero se marchó en blanco y sin atraer la atención del respetable. No consiguió hacerse con el manso segundo, siempre a su aire, tras ganar terreno a la verónica con el capote.

Con el quinto, mansote y blando, Ureña logró algunos muletazos aislados de buen trazo con la izquierda, en una labor de excesivo metraje.

De escasa historia en lo artístico, Esaú Fernández fue premiado por su habilidad ante un manso con la primera oreja del presente ciclo abrileño.

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