Toros

Esaú Fernández da una exagerada vuelta al ruedo en Las Ventas

Una vuelta al ruedo un tanto exagerada a cargo de Esaú Fernández fue, a la postre, lo único y más destacado de la corrida de toros celebrada en Las Ventas.

Hasta el sexto toro no había por donde coger una tarde de lo más anodina por el manso e insulso comportamiento de los toros titulares de Carriquiri, que provocaron el más absoluto ayuno en lo artístico por parte de tres matadores que hasta ese momento estaban pasando muy de puntillas.

Pero en sexto lugar salió un sobrero de Aurelio Hernando, que, aunque frenado y echando las manos por delante, y haciendo hilo en banderillas, tuvo franca movilidad en la muleta.

Esaú Fernández, que tras prologar su labor con dos pendulazos en el centro del anillo, tiró con temple, largura y, en ocasiones, por abajo de las embestidas en una labor en la que consiguió los mejores muletazos de la función, aunque hay que advertir que no fue una obra de triunfo, ni mucho menos, pero se agradeció ver algo bueno después de tanto aburrimiento. A decir verdad, aunque toreó con cierto buen gusto el de Camas, a la faena le faltó limpieza, profundidad y más alma; por eso, y tras un pinchazo previo a la estocada final, la vuelta al ruedo que se pegó no fue para tanto.

El tercero, primero de su lote, fue toro huido que no quiso afrenta con el caballo ni poniéndole en suerte en la querencia, y sin fondo alguno en la muleta, por lo que su labor de Esaú apenas trascendió a pesar del esfuerzo que hizo.

El confirmante Arenas, todo voluntad, sin embargo, no anduvo demasiado inspirado en su primero. Inédito con el capote, puso banderillas con más corazón que acierto, e instrumentó una faena de muleta de largo metraje pero de poca consistencia por escaso ajuste y falta de oponente.

El quinto, toro con fuerza y muchos pies de salida, derribó en el primer encuentro con el caballo, lesionando al picador Anderson Murillo, por lo que su compañero varilarguero se encargó de vengarle en un excesivo segundo puyazo.

Arenas volvió a coger los palos para firmar un tercio mucho más entonado que el anterior; y muleta en mano diseñó una faena afanosa pero de poca trascendencia ante un animal informal que acabaría también desfondado buscando el abrigo de las tablas.

Oliva Soto, que recibió a su primero a portagayola, no pasó de los detalles en su primera faena. El toro apretó en varas pero con mal estilo, al igual que en banderillas, pero tuvo movilidad en el último tercio, lo que aprovechó el de Camas para firmar un entonado inicio de faena, con una serie a derechas de medios pases de cierta pinturería pero demasiado espaciados y acelerados. Pero hasta ahí, pues el toro comenzó a pararse y él se quedó también sin ideas.

Al cuarto lo saludó Oliva con airosas verónicas en el tercio y posterior galleo por chicuelinas; e instrumentó una labor de chispazos de su particular toreo agitanado pero de poca trascendencia por la falta de sosiego y mando, pues acompasó siempre el viaje del toro, que, dicho sea de paso, fue el mejor del envío, y sin ligar los muletazos.

Hubo cositas sueltas, como algún pase desmayado, algún remate como los cambios de mano o el molinete, y otros adornos de cierto aroma, pero la sensación que dejó fue que salió de Madrid sin aprovechar la oportunidad.

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