Toros

Curro Díaz y Garrido ganan la guerra a una peligrosa mansada

tercera corrida de la feria de otoño de madrid Ganadería: Corrida de Puerto de San Lorenzo, de desiguales hechuras y mansa en su conjunto y con varios toros con peligro. TOREROS: Curro Díaz, de grana y oro. Casi entera (palmas tras saludos desde el callejón). Cuatro pinchazos y descabello (saludos tras ovación). Pinchazo, estocada y descabello (saludos tras ovación). José Garrido, de nazareno y oro. Estocada (silencio). Pinchazo y dos descabellos; cae herido, ingresa en la enfermería y descabella al toro Curro Díaz (ovación tras dos avisos). Cuatro pinchazos y un descabello (silencio tras dos avisos). INCIDENCIAS: Las Ventas. Tres cuartos de entrada. Viento. Garrido fue atendido de "herida en región glúteo izquierda de 10 cm. que afecta a tejido celular subcutáneo. Contusiones múltiples. Pronóstico reservado que no le impide continuar la lidia. Firmado: Dr. García Padrós". Sobresaliente: Jeremy Banti. El público obligó a saludar a Curro Díaz antes de que saliese el primer toro. En banderillas destacaron El Algabeño en el cuarto y Chacón y Valdeoro en el sexto y Montoliú lidiando al quinto.

Una mansada con peligro -a excepción del sexto- de Puerto de San Lorenzo puso a prueba a Curro Díaz y José Garrido, quienes dieron la talla con creces en su mano a mano en la tercera de la Feria de Otoño en Las Ventas, donde fueron volteados en varias ocasiones y cayó herido Garrido, quien mató a su último toro tras una cornada de diez centímetros en el glúteo izquierdo y con la mano derecha lesionada. Al pésimo juego de los astados se sumó el viento, otro enemigo para los toreros.

Curro Díaz rezumó torería y valor ante su lote. Ante el que abrió plaza, estrecho y que se frenaba en las acometidas, extrajo muletazos de gran calidad, especialmente por el pitón derecho, el menos malo.

El alto y mansísimo tercero, que huía hasta de su sombra, cogió al torero en la segunda tanda diestra. Se frenó en un muletazo y lanzó por los aires al linarense, quien al sentir el porrazo comprobó cómo volaba de nuevo. Curro Díaz, sin mirarse, continuó toreando con la diestra, se confió y fue cogido nuevamente, con una caída tremenda. Otra vez sin mirarse, se gustó en algunos muletazos sueltos, como en un par de naturales despaciosos y un pase del desprecio monumental. El público estaba enardecido ante ese ejercicio de valor, gallardía y torería. Se prevía premio, pero el diestro precisó de cuatro pinchazos y un descabello y el balance quedó en una fuerte ovación.

El banderillero Montoliú bregó con el quinto, largo, que tuvo una salida inquietante -andando y olisqueando la arena-. Remiso el toro, Curro Díaz consiguió algunos muletazos de exquisita calidad en un trasteo que comenzó sentado en el estribo con un par de derechazos y en el que hubo preciosos remates, como alguna preciosa trincherilla. Pero falló nuevamente en la suerte suprema.

José Garrido mostró una actitud irreprochable. Con el voluminoso segundo -648 kilos- que acudía rebrincado y que se rajó de inmediato, tuvo la virtud de empaparlo en la muleta en una labor que comenzó con estatuarios a pies juntos y en la que porfió ante un toro sin entrega.

Con el cuarto, de buenas hechuras, Garrido vivió una batalla espectacular. El mansísimo toro cabeceó siempre con peligro. En el inicio de un pase de pecho con la izquierda, el toro lanzó un gañafón, lo lanzó a la arena y lo levantó, milagrosamente, sin calarle. El extremeño robó muletazos, con mucho mérito, por ambos pitones. En su pundonor, alargó innecesariamente el trasteo con un toro que no tenía nada y tras un circular invertido junto a tablas sonó un primer aviso. Continuó el torero con unas manoletinas y entonces, a la hora de la verdad, el toro esperó al de nazareno y oro, le tapó la salida y le propinó un testarazo horrible en el pecho, con una caída tremenda, a cambio de un pinchazo. Tras un segundo pinchazo, el toro persiguió e hizo hilo con Garrido, al que propinó una paliza. La refriega se saldó con un agujero en la taleguilla a la altura del glúteo izquierdo. Con el público asustado, tuvo que hacerse cargo de la fiera Curro Díaz, quien acabó con la pesadilla de dos golpes de verduguillo.

Se esperó unos minutos a que saltara el enorme sexto porque Garrido se recuperaba en la enfermería. Salió para enfrentarse al toro menos malo del pésimo encierro de Puerto de San Lorenzo, un astado manejable, pero sin entrega y único que se empleó en varas. Garrido, demacrado, con la mano derecha vendada, lesionada, se mostró voluntarioso y pasó las de Caín para matarlo, escuchando dos avisos y liquidando al astado de un descabello.

Al final todo el mundo pudo respirar. En la dureza de la tarde, puro pedernal con una peligrosa mansada, ganaron la guerra Curro Díaz, que rezumó torería, y José Garrido.

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