Toros

Continúa la liturgia taurina el sábado de Colombinas

CONTINÚAN los festejos taurinos en las Fiestas Colombinas, y con ellos, su particular liturgia matutina en La Merced. Los mozos riegan el albero del coso recalentado por el sol. El ganadero charla en los toriles. En el corral, los astados sestean. Hay diversidad en su pelaje: dos ensabanados, uno castaño, el resto, negros zahínos. Los representantes de las cuadrillas observan a los toros; el sorteo comienza en minutos.

Como dicta la costumbre, el presidente de la plaza, Juan León, espera con su sombrero cordobés mientras miembros de las cuadrillas de Morante de la Puebla, El Juli y Perera se acercan al escritorio de madera. La habitación está hasta la bandera: los aficionados y los medios esperan a ver el resultado del sorteo del día taurino que, para algunos, es el más importante por la gran talla de los matadores que lidiarán por la tarde.

El veterinario anuncia las parejas de astados, y Juan León se quita su sombrero. Uno a uno, los representantes van sacando los papeles de fumar recién doblados del cañero. En ellos aparecen escritos los toros que capotearán en pocas horas, y seguidamente los subalternos salen a observarlos en el corral para decidir el orden de lidia. Comienza Rociero.

A media tarde, el exterior de la plaza está abarrotado. Un día más se respiran aires taurinos. Mujeres ataviadas con vestidos de colores, hombres engalanados, todos sostienen los pequeños cojines a rayas. La banda, acompañada por el periodista Carlos Herrera, entona el clásico onubense Mi Huelva tiene una ría, y minutos más tarde las calles se vacían. El coso de La Merced cierra sus puertas para dar comienzo al día grande de los festejos.

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