Toros

Aberrante vendaval manso de El Ventorrillo

  • El Juli, que cosecha la ovación más grande en el cuarto, Miguel Ángel Perera y Daniel Luque se estrellan con un encierro descastado de la ganadería de Fidel San Román

GANADERÍA: Corrida de El Ventorrillo -propiedad de Fidel San Román-, de desiguales hechuras y, en conjunto, bien armada. Con el denominador común de la mansedumbre y el genio, dio mal juego; siendo pitados primeros, tercero y, con más intensidad, el quinto. TOREROS: Julián López 'El Juli', de gris y oro. Media (silencio). En el cuarto, estocada trasera (saludos). Miguel Ángel Perera, de verde y oro. Dos pinchazos y casi entera (silencio tras aviso). En el quinto, casi entera muy caída (silencio). Daniel Luque, de nazareno y oro. Cinco pinchazos y un sablazo chalequero (silencio). En el sexto, estocada (palmas). Incidencias: Real Maestranza de Sevilla. Lunes de de mayo de 2011. Novena corrida de toros. Lleno. Nuboso.

¿Ventorrillo?... Ni ventorrillo, ni mucho menos vientecillo. Qué va. Aquello era tal vendaval de mansedumbre que la Maestranza, en lugar del dorado albero donde se han inmortalizado toros bravos -mismamente como el del pasado sábado, Arrojado, de Núñez del Cuvillo- se convirtió en una verde pradera donde los toros de la ganadería de El Ventorrillo -propiedad de Fidel San Román- mansearon extraordinariamente. Eso sí, varios con genio. La corrida (procedencia Juan Pedro Domecq), fue de lo más dispar en hechuras y bien armada en conjunto. En el arrastre pitaron al primero, tercero y, con más fuerza, al quinto; entre tanto el resto fueron silenciados.

Julián López El Juli, quien exigió un encierro de este hierro, con el que el año pasado abrió la Puerta del Príncipe por primera vez en su carrera, se dio de bruces con un lote imposible. El Juli debía esperar un par de bombones como los que degustó el año pasado, pero se encontró con dos desagradables sorpresas. Algo así como esas personas que encargan un producto en la teletienda y cuando llega el de la mensajería y abren el paquete se quieren cortar las venas. Y es que se las vio en primer lugar con un toro bien presentado, manso, probón y que para colmo reponía con tal prontitud que ya en los primeros compases con la diestra arrolló al torero sin contemplación alguna.

El diestro madrileño, que fue muy aplaudido en un ajustado quite por chicuelinas, no se arredró y se echó la muleta a la izquierda, por donde Infame -¡qué ojo tuvo el mayoral al bautizarlo!- le lanzó otro hachazo de categoría. Probado por los dos pitones, sin tampoco insistir más, el madrileño despachó al peligroso manso con media estocada.

El Juli, con el mansísimo cuarto, un negro salpicado, no se anduvo con contemplaciones y, en las afueras, lo sometió en dos tandas con la diestra. Con la izquierda bordó un natural larguísimo, de mano baja, que fue como un rayo de esperanza, pero Peluco debió pensar, al verse dominado, que había llegado su hora y, rajado, allá que se fue a tablas. La estocada trasera, tras su típico salto en la ejecución, fue suficiente para acabar con este capítulo, en el que el torero escuchó una ovación.

El segundo, Huracán, un voluminoso colorao, quiso arrasar el caballo, al que se tiró al cuello y al pecho para luego no pelear como bravo, con fijeza. Sin llegar a huracán, fue un pequeño vendaval de mansedumbre en la muleta a la que embestía gazapón y lanzando sorpresivos tornillazos. Perera, en los medios y con viento, intentó el lucimiento en vano, consiguiendo una tanda estimable con la diestra y como contrapunto un desarme.

El quinto, de pinta salinera, que manseó de lo lindo en los primeros tercios, llegó aplomado y escarbador a la franela de un Perera que se desesperaba con un astado que topaba unas veces, otras amagaba al bulto y la mayoría salía mirando al tendido.

Uno de los mayores disgustos se los llevó el público con el tercero. Ojo con el mayoral, que es un lince para bautizar a sus reses. Berrinche fue uno de los que más disgustó al público. Toro, manso, sin clase, sin recorrido, sin humillación, que comenzó sin entrega en el capote, que el torero manejó con buen aire a la verónica, y que acabó esperando con instintos criminales a Daniel Luque, quien se peleó con el astado en una lidia en la que el sevillano anduvo listo y consiguió una serie con la izquierda muy meritoria, tras haber recibido en los comienzos del trasteo una seria advertencia en un hachazo brutal. El de Gerena lo pasó muy mal con la espada. Cuando las mulillas se llevaban a Berrinche, parte del público, con otro berrinche encima, pitaba y se enojaba.

El espectáculo se había desarrollado de tan pésima manera, que el público increpó al palco para que devolviera al castaño sexto por su flojedad, aunque si pecaba de algo era de una mansedumbre a raudales. De hecho, el presidente lo mantuvo y Garrochista ejerció de tal porque su juego fue una auténtica faena de acoso y derribo al espectáculo que sufrimos.

Daniel Luque -no hay palabras para agradecérselo- se jugó de verdad el tipo con un galafate que se le coló de manera escalofriante y le lanzó varios viajes terroríficos. El sevillano, en cercanías, expuso y quiso levantar la tarde.

Pero la tarde, amenazada por lluvia, ya no era de fuego, ni de llama de arte. La tarde era una casa en ruinas que no se había llevado ni un huracán, ni un tornado, sino el aberrante vendaval manso de El Ventorrillo.

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