DAvid beriain. 'clandestino'

"Me resulta obsceno hablar de riesgo donde la gente sufre"

  • El periodista navarro cuenta hoy, a las 22:30, en DMax, su experiencia dentro del cártel de Sinaloa

  • La investigación sobre las maras del narcotráfico se extiende durante cinco episodios

Tras dar a conocer la situación extrema de las tribus del interior del Amazonas, ahora le corresponde indagar en las maras (pandillas) del narcotráfico en Centroamérica, en México, El Salvador y Panamá. El reportero David Beriain firma una nueva temporada de Clandestino, con el cártel de Sinaloa, desde hoy y durante cinco lunes, a las 22.30, en DMax.

-Ha realizado ya tres entregas de Clandestino.¿Estamos hablando de un trabajo muy personal y muy artesanal?

Apuntan con el dedo a México como si EEUU no tuviera nada que ver, pero ¿quién compra las drogas"

-Es un trabajo personal, pero personal de todo un equipo, no sólo mío. Es personal porque el grado de dedicación que implica por parte de todos es mayúsculo, porque tardamos más de un año en elaborar cada entrega y porque el compromiso que se necesita no admite medias tintas. Sólo el amor por esta clase de historias, la pasión por contarlas, te lleva hasta el final de un proceso con muchos obstáculos y muchos altibajos. Aprovechamos esta oportunidad para poder hacer el periodismo que soñábamos.

-¿Qué distinguiría su trabajo de otros reporteros?

-Es difícil responder a esa pregunta, de hecho no creo que tenga que ser uno mismo el que lo haga. Si tengo alguna cualidad diferencial, que no lo sé, puede ser el hecho de que soy muy cabezón. Un navarro cabezón, que es incapaz de asumir que no va a llegar donde cree que tiene que llegar, que está dispuesto a fracasar siempre una vez más hasta que lo consigue. Me gustaría pensar que soy un periodista que sabe escuchar, que intenta cada día aprender a preguntar.

-Sus temas son realmente de riesgo. ¿Ha puesto en peligro su integridad en estas historias?

-Siempre hay riesgo. Pero me resulta un poco obsceno hablar del riesgo que podamos correr como periodistas en lugares donde la gente sufre y muere. Nosotros no somos víctimas. Nosotros elegimos ir a contar la historia de los que no tienen opción, de los que sufren esa realidad sin haberla elegido. Mi trabajo no es correr riesgos, corro algunos riesgos por mi trabajo, que no es lo mismo. De hecho yo considero que el esfuerzo de nuestra labor tiene que ser resolver una ecuación: en una mano está el riesgo que asumes y en otra el resultado, la información que vas a obtener. El trabajo consiste en maximizar el resultado y si puedes eliminar el riesgo. No se trata de probar nada a nadie, no se trata de demostrar valor, ni de ser muy valiente. Yo no lo soy. Yo soy cobarde. Yo tengo miedo. Soy un defensor del miedo. Porque el miedo es el mecanismo que tiene el cuerpo de decirte que no deberías estar ahí. El miedo es muy sano.

-¿Hasta qué extremo llegan a actuar los cárteles y maras que veremos en su serie?

-Esas sociedades no surgen porque sí. Nacen de un contexto, de una falta de expectativas, de una ausencia de los estados, de las instituciones. Nacen porque cuando no hay Estado, cuando no hay orden, los hombres buscan una forma de ordenarse, aunque sea una muy perversa. El narcotráfico no es otra cosa que una versión salvaje, extrema, violenta de la ley de la oferta y la demanda. En un lado tienes a alguien que va a consumir drogas sin pararse mucho a pensar qué ha sido necesario para que esa droga llegue a sus manos. En el otro extremo tenemos a un narco que va hacer lo que sea necesario para suplir de esa demanda. Caiga quien caiga. "Ya sabemos que está mal… Pero es mucho dinero…", te dicen.

-¿Estos desalmados son como los de las películas, o diríamos que son aún peores, inimaginables?

-Yo no juzgo, porque conozco lo suficiente esas realidades para saber que no tengo el valor de hacerlo, ni el derecho. Porque cuando a una guerrillera le preguntas por qué está en las FARC y te cuenta que a su padre lo descuartizaron vivo con una motosierra los paramilitares delante de ella cuando tenía diez años, yo no tengo huevos para juzgarla. Porque gracias a Dios, mi padre, Javier, está vivo y nadie lo ha intentado matar. Mi trabajo, tal y como yo lo concibo, no es ese. Mi trabajo es tratar de entender la experiencia humana del otro, incluso de aquel con el que no tengo nada que ver. No defenderlo, no apoyarlo, no justificarlo de forma alguna. Pero sí hacer el esfuerzo honesto de tratar de escuchar y entender.

-¿Cómo son las víctimas, los pueblos, a los que someten estos cárteles?

-Pues hay de todo y a veces las fronteras entre las víctimas y los verdugos no son tan claras como cabría parecer. En estos días oigo hablar a Trump y algunos de sus seguidores sobre los mexicanos y siento miedo y vergüenza. Primero porque la inmensa mayoría de los mexicanos no tienen absolutamente nada que ver. Segundo porque apuntan con el dedo a México como si EEUU no tuviese nada que ver ¿Quién compra entonces las drogas? ¿De dónde vienen las armas que usan los cárteles? En el tercer capítulo de esta temporada seguimos a un miembro del cártel que cruza la frontera con varios kilos de heroína. Esa misma persona hace el camino de vuelta cargado de armas. Armas que se compran legalmente y que, gracias a la laxitud de la ley norteamericana, se reportan como robadas o perdidas y pasan al mercado negro. Cada día cruzan la frontera 2.000 armas ilegales. Es un negocio casi tan rentable como el de la droga. Y más letal. Aquí no está limpio ni Dios.

-¿Se puede vivir ahí dentro de la ley, sin tener problemas?

-En el segundo capítulo se podrá ver cómo acompañamos al brazo armado del cártel en una de sus patrullas por Culiacán, la capital de Sinaloa. Son dos tipos que van encapuchados y con sus fusiles de asalto. Ellos delante y nosotros atrás, grabando. Nos aparece una patrulla de la policía y nos da el alto. Pensaba que aquello iba a terminar en un baño de sangre. En esto que el policía se acerca al coche, los sicarios bajan la ventanilla . Les da las buenas noches, los ve y les desea buen trabajo. Yo, en shock, le pregunto al sicario qué ha pasado. Él me dice: "Aquí todo el mundo está inmiscuido, señor. Policías, políticos, todos… No somos nosotros nomás".

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