Tras la docuserie En tierra hostil Jalis de la Serna pasó a Enviado especial, los miércoles por la noche en La Sexta. La entrega de hoy es El país de la des(conexión) por el que se viaja a EEUU para examinar si es posible quedar al margen del control de internet. Tras vislumbrar el futuro la pasada temporada, Los ocho reportajes de esta temporada indagan en cómo se reacciona en otros países a los problemas que estamos sufriendo en nuestro país. España es el quinto país del mundo en el que los ciudadanos pasan más tiempo pegados al móvil.

–¿Fue una petición suya abandonar los reportajes de cárceles, los lugares peligrosos?

–No fue idea mía. Cuando me reuní con la directora de Actualidad de Atresmedia, Luz Aldama vimos que o se acaban las zonas hostiles o te ves en el riesgo de atravesar líneas rojas. Sabíamos que queríamos seguir haciendo trabajos de interés, con preocupaciones sociales

–¿Cómo surgió la propuesta de ayudar a España a través de los mejores ejemplos de fuera?

–Era un enfoque para dar mayor interés a historias que están ocurriendo. Es una forma de ayudar y de que le guste a la gente lo que contamos. De tener su atención: esa siempre ha sido mi intención .

–¿Estas propuestas en otros países son una llamada de atención a los políticos españoles?

–El objetivo principal es sensibilizar a los espectadores. Espero que nuestros políticos tomen nota, porque después nos dicen que se preocupan por nosotros. Y hay que ocuparse... proponer soluciones.

–¿Al viajar tanto ha tomado conciencia, en su justa medida de los problemas, y ventajas, que tenemos en nuestro entorno?

–El programa tiene una vocación internacional pero en esta ocasión por comparativa aunque estamos en el extranjero pensamos en España. Hemos tratado ocho retos que tenemos como país: el acceso a la vivienda, para lo que nos fuimos a Austria, donde tienen precios más económico; la sostenibilidad de las pensiones; la mala alimentación; el uso de los datos a través de nuestros dispositivos; las fake news... Son problemas y desafíos que tenemos en el día a día. Cada arranque es en España y el resto del programa es en el país de comparación.

–Propone soluciones que deberían asumirse rápidamente. Estos tiempos son rápidos...

–Hay que ocuparse ya de todo lo que es medioambiental, problemas con los que la sociedad ha tomado conciencia. Pero también algunos que sobresalen como las adicciones tecnológicas o la despoblación rural, que serán muy graves en un futuro próximo, necesitan ya medidas antes de que se agraven, sin saber hasta qué punto pueden alcanzar.

–¿Qué soluciones sugiere con las pensiones?

–Es normal que nos planteemos cómo vamos a subsistir de mayores si no contamos con ahorros. En este caso vamos a Dinamarca y no es una solución, es una alternativa:cuentan con un sistema mixto del Estado y de planes de pensiones privados para garantizar el futuro de los pensionistas. Parece más lógico y sostenible con el tiempo.

–¿Hay algún país que sea absolutamente ‘ejemplar’, como Dinamarca, tan recurrente?

–Creo que en Australia están todos más involucrados en sus problemas. Todos los australianos, desde casa, están mentalizados en no derrochar ni una gota de agua, de proteger su entorno...

–¿Qué país ha tomado mejor medida sobre el despoblamiento?

–Hemos ido a Escocia. En las áreas rurales de las Highlands llevan años aplicando medidas fiscales, de asistencia, de ocio, para que sean lugares mejor atendidos. Han mejorado la población en un 22%. De Cazorla para arriba hasta Zaragoza tenemos una gran área de pueblos vacíos.

–¿Y qué se podría hacer?

–En Escocia han hecho desde fomentar el turismo, a mejorar las conexiones de internet, facilitar los estudios universitarios a distancia, contar con videoconsultas médicas de calidad, crear otros trabajos...

–El azúcar ha tomado el lugar del tabaco como alarma social.

–No tenemos idea de la cantidad de azúcar que ingerimos sin saberlo. Hay una gran población con sobrepeso por una mala dieta y la clave es el azúcar. Los zumos procesados, las salsas, la bollería. En este caso fue Chile el país que hace tres años ordenó por ley etiquetar los alimentos para saber el porcentaje exacto de azúcar.