TV-Comunicación

Los políticos que bailaban al son del 'Tariro, tariro'

  • La Trinca destapaba el 'lado humano' de los dirigentes un cuarto de siglo antes de esta carrera electoral

Josep Maria Mainat y Tony Cruz echaban leña a Crónicas marcianas y, ellos, tan catalanes, enviaban al representante español a Eurovisión vía Operación Triunfo, hace quince años. El entretenimiento televisivo pasaba por sus manos y esa fábrica de formatos millonarios (en todo) de Gestmusic fue su transatlántico antes de que dieran un portazo por sus enfrentamientos con Mediaset, imprevista propietaria de la productora matriz, Endemol.

Bertín Osborne, charlando ahora en La tuya o en la mía, se convirtió en presentador a raíz de las buenas migas que hizo con los de La Trinca durante la grabación de Tariro, tariro. Era 1989, con las privadas llamando a la puerta, y el trío de humoristas-cantantes (el barbado Miquel Àngel Pascual se caería más adelante de la producción), crearon un programa con invitados estrella que durante una hora se sometían a sus preguntas, a algunos sketches de humor y, sobre todo, eran retados a mostrar sus habilidades.

El líder de AP, Manuel Fraga, hizo una queimada en el plató y demostró que podía ser mejor político que bailarín al compás de su pasodoble (Ele, Manolo). Lo hizo en No passa res, el programa originario de La Trinca, en la TV3 de 1987, y dos años después repitió todo ya en TVE para ese Tariro, tariro que cada martes podía congregar a 10, 15 millones de espectadores, como Iniesta.

Entre el masaje y la picardía, para estrenar esta hora de mimos a nivel nacional los de La Trinca se llevaron a un amigo de confianza. De ellos y de la casa. Al ministro de Defensa, al que sería vicepresidente del Gobierno y que había sido alcalde de una Barcelona sin apenas esteladas, Narcís Serra. En lugar de bailar como Soraya Sáenz de Santamaría el dirigente socialista se arrimó al piano, con el que demostró sus dotes instrumentales y sus largas horas de ensayo. La oposición se mosqueó por lo que se observaba como una clara operación de peloteo en lo que sería un año electoral. Y lo era. Pero Tariro, tariro tenía previsto repartir su cariño con el confuso AP y atendió a su cabeza de lista a las europeas, Marcelino Oreja, que jugó al ping pong ante un campeón nacional de origen chino. También apareció por allí el líder de IU, el califa Julio Anguita, recibido en el plató como si fuera un candidato yanqui y que, con humor, daba una conferencia de prensa como ganador de unas futuras elecciones en el año 2000. Un episodio de ciencia ficción digno de Kubrick. En el caso del político cordobés optó por recitar un poema de Federico García Lorca, Canción de San Rafael.

Luis Solana, que nunca le entusiasmó el cargo en Prado del Rey, dirigía la cadena pública cuando triunfaba este show de La Trinca realizado en Sant Cugat, donde se instaló una carpa gigante como plató por donde pasaron Johan Cruyff, Joan Manuel Serrat, Concha Velasco o Joaquín Sabina. Lo confesamos: fue además Raphael... y Norma Duval.

También los entonces alcaldes de Madrid y de Barcelona, ambos socialistas. Juan Barranco bailó un chotis después de llenar un monumento de homenaje a su ciudad donde se amontonaban un oso de peluche, un colchón o una tarta de merengue. El olímpico Pasqual Maragall era mareado en una oficina de funcionarios y, tras organizarla con La Trinca, terminaba asistiendo a la ceremonia de inauguración de Barcelona 92 formada por estandartes con paellas, castellers y gallinas en volandas, en lugar de palomas. Humor al servicio de los políticos, que lo encajaban todo con su mejor sonrisa.

Lo de Tariro, tariro sería un espejismo ante lo que estaba por llegar como las Mamachicho y los chistes del Gato Félix. Los políticos de chaqueta y casta volvieron a los Telediarios o a las entrevistas de butaca y ya no quisieron mezclarse con la chusma de los platós hasta mucho, mucho tiempo después. Ahora se dan codazos por aparecer con Trancas y Barrancas cuando la demoscopia terminó de fundirse con los audímetros.

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