La Academia de Televisión le ha dado su Reconocimiento Internacional, premio que entregaba en su reciente gala. Paul Kenyon, de la BBC, ha sido distinguido por su trabajo de denuncia social de la explotación infantil en África,o Chocolate: la amarga realidad (Chocolate: the bitter truth), reportaje que se emitió en Panorama el año pasado. Para su elaboración se infiltró en países de África como comerciante de cacao viviendo experiencias tan espeluznantes como la de descubrir niños de siete años trabajando largas jornadas en las explotaciones del cacao que se utiliza para la fabricación de chocolate. Kenyon lleva más de 20 años trabajando para la BBC.

-¿Cómo surgió este trabajo, denunciar la explotación infantil en la producción de cacao?

-Llevo muchos años haciendo este tipo de periodismo de denuncia social. Nos planteamos qué problema en el mundo acuciaba más. Después de estudiar varias opciones, nos dimos cuenta de que la industria del chocolate genera miles de millones de euros al año en una de las zonas más pobres ya no del mundo sino del Tercer Mundo. Decidimos que debíamos enseñar al mundo qué está ocurriendo allí.

-¿Siempre ha querido ser un reportero de investigación? Entraña riesgos...

-Inicialmente comencé como todos, como periodista informativo normal. Pero resultaba muy frustrante para mí no poder implicarme más en las historias, hacer reportajes más en profundidad… Por eso decidí dar el paso y pasarme a reportero de investigación.

-¿Cuál ha sido su motivación durante todos estos años de reportero en el extranjero? Usted ha desvelado la ubicación de las instalaciones nucleares secretas iraníes el pasado año y le avala una trayectoria de 20 años.

-Cuanto más viajo al extranjero me doy más cuenta de la cantidad de historias que hay por descubrir por ahí. De la cantidad de gente que tiene muchas cosas que contar y que quizás nunca lo haga. Mi mayor motivación es y ha sido siempre transmitir los mensajes y las vivencias de la gente que no tienen posibilidad de salir en los medios, dar voz a los que no pueden expresarse, a los desfavorecidos. Además, este tipo de documentos provocan a la larga que haya cambios. No puede haber mejor recompensa personal que ayudar a la gente.

-Con ello habrá expuesto muchas veces su vida y la de su equipo…

-Bueno, no estamos locos. Estudiamos la situación muy bien antes de acudir a un país, de enfrentarnos con un nuevo reportaje. Tomamos muchas precaucaciones. Aún así, sabíamos, en este caso concreto por ejemplo, que la industria del cacao está respaldada también por miembros del gobierno de Ghana que están corruptos, comprados por los comerciantes. Precisamente en Ghana hace un par de años apareció muerto en una carretera, dicen que sufrió un accidente, un periodista francés. Ellos están al tanto de quién llega. Nosotros acudimos respaldados por ONGs y por nuestro gobierno.

-Durante la grabación del reportaje premiado lograron rescatar a un niño de 12 años que había sido vendido por su tío y trabajaba esclavizado en la recolección de cacao.

-Nos costó porque no podíamos ir y llevarnos al niño por las buenas, tuvimos que pedir ayuda a la policía de Ghana. Nos pusieron todas las trabas, aunque al final accedieron. Cuando iban a liberar al niño nos pidieron hasta el dinero de la gasolina para el vehículo, ¡qué rácanos!. Luego el mismo jefe de policía se atribuyó todo el mérito.

-¿Cómo siente que le reconozcan fuera de las fronteras de su país?

-Es un privilegio, porque este premio supone que la historia está trascendiendo. Para mí es muy importante el impacto que tiene mi trabajo. Mi cadena, la BBC, me da libertad para denunciar lo que quiera y del modo que quiera. Yo lo estoy aprovechando aunque, si luego el trabajo no tuviera repercusión, todo el esfuerzo habría sido en vano.