Adela Úcar. '21 días'

"Al cruzar los barrotes todo se vuelve hostil"

  • La reportera vasca acaba de cumplir uno de sus retos al ser la primera periodista que ingresa en prisión para contar cómo se vive dentro, lo que considera su peor experiencia

En los dos años largos que lleva ligada a Cuatro, Adela Úcar ha tenido que rebuscar comida en un vertedero, limpiar alcantarillas o controlar plagas de cucarachas, pero en ninguno de estos sitios lo ha pasado tan mal como en Najayo, la cárcel de mujeres donde la pudimos ver el pasado jueves. La periodista vasca se siente realizada por haber conseguido vivir tres semanas en una cárcel, ya que ha visto cumplido uno de los retos que se marcó cuando entró en el programa. Ahora ya sólo le queda superar lo que ella misma considera otro caso imposible: acudir a la primera línea de cualquier conflicto bélico para saber cómo vive y qué sienten los reporteros de guerra.

-Por fin consiguió su sueño de poder contar en primera persona cómo se vive en una cárcel

-Así es. Era uno de los retos del programa y llevábamos cuatro años intentándolo de todas las maneras posibles. Finalmente fue una cárcel de la República Dominicana la que accedió.

-En el reportaje vimos cómo vivía momentos que rozaban el pánico. ¿Cómo ha sido la experiencia?

-Iba muy motivada porque era algo que quería hacer desde hacía mucho tiempo y era una oportunidad única, pero ha sido dura y muy agobiante. Nunca he hecho nada que se le parezca.

-En pocas ocasiones la hemos visto derrumbarse como en este reportaje.

-La situación de angustia me desbordó, sobre todo la primera semana. Cuando entras, estás muy motivada, pero nada más atravesar los barrotes todo se vuelve hostil. En todos mis reportajes siempre paso mucho tiempo sola conviviendo con los protagonistas, pero esta vez he estado sola casi siempre. El equipo sólo venía a grabar unas cuantas horas y siempre lo hacía custodiado y con un equipo de seguridad detrás.

-¿Y no podía comunicarse con ellos?

-No. Yo estaba en la cárcel como una presa más y, por tanto, no tenía teléfono. Sólo me hubieran dejado hacer una llamada en caso de extrema gravedad.

-Si hubiera sabido mejor las circunstancias en las que ha vivido, ¿habría hecho el reportaje?

-Soy de las que piensa que la cárcel es la primera interesada en que no me pase nada. En mi caso, por ejemplo, me encerraron sola en una celda por motivos de seguridad, cuando lo normal es que haya tres o cuatro presas por celda. Pensándolo bien, creo que sí, que habría ido de todas formas. Aunque las mismas presas alababan mi valentía por haber querido entrar en una prisión como la de Najayo.

-¿Cómo ha sido la relación con las presas?

-Muy intensa. Es la vez que más cercanía he tenido con una persona. Y a ellas les debía pasar lo mismo, porque conmigo podían hablar de todo y desahogarse. Decían que les trasmitía tranquilidad. En la cárcel hay códigos y cosas de las que no se puede hablar porque pueden jugar en tu contra, pero conmigo hablaban de ellas, de su familia... y les suponía un alivio.

-En sus reportajes siempre intenta ponerse en la piel del protagonista para entender sus circunstancias, pero ¿Y ahora? ¿Entiende por qué delinque una persona?

-Es difícil cuando se trata de un caso de asesinato, pero sí me he puesto en la piel de las españolas que estaban allí por tráfico de drogas. Son chicas con una educación básica y un trabajo precario que, en un momento dado, confiaron en quien no debían para superar un problema económico y, sin darse cuenta, se metieron en un lío.

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