Demostró valentía Ramón Colom al dedicar su Millennium a debatir sobre la relación del ser humano con la espiritualidad en la sociedad actual.

Demostró valentía y un espíritu insobornable. En su programa se puede reflexionar sobre cualquier tema. Y llevar a su amigo Pablo D'Ors por segunda vez para defender el silencio como una conditio sine qua non es imposible mirar adentro de uno mismo. Invitar a Pilar Soto, antigua presentadora de Grand Prix o Mamma Mía para que explicara su proceso de conversión. O a David Arratibel, el director del interesantísimo documental Converso, en donde el autor charló largo y tendido con su madre, hermanas y cuñado sobre la llamada de Dios y la conversión.

Lo de Ramón Colom lleva camino de convertirse en una reliquia, ya que hablamos en términos religiosos, de lo que fue la televisión de otra época. Una televisión en la que se dialogaba sin prisas, en la que el presentador escuchaba a sus invitados en lugar de estar pendiente del guion, y en donde casi no había lugar a repreguntas porque era la propia conversación, vivísima, la que llevaba a unos u otros derroteros. Hace tres navidades, Ramón Colom debatió con cuatro teólogos, en el programa que se debía emitir la noche del 5 de enero, sobre el sentido de la Epifanía.

Cuando la dimensión espiritual ha sido apeada de una manera casi obscena de nuestra televisión, de nuestro entorno, hay que celebrar que en un rincón perdido todavía se obre el milagro. No deja de ser elocuente que a lo largo de la tertulia saliese a relucir la palabra 'friqui' o 'fricada' para tratar de definir lo que les podía parecer al común de los espectadores la materia que se estaba tratando. Cómo me gustaría charlar un día con Carlos Colón, enorme columnista de este periódico, y con el propio Colom, sobre el particular de Dios. Seguro que los tres nos entendíamos muy bien.

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