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Dior salve a la Reina

  • La segunda temporada de 'The Crown' en Netflix es uno de los atracones navideños más recomendables

Jackie Kennedy saluda a la reina en el episodio más completo de 'The Crown'.

Jackie Kennedy saluda a la reina en el episodio más completo de 'The Crown'.

Como vecinos de Orejilla del Sordete los nobles de la corte británica se asemejan a garrulos asomándose a las balaustradas del interior del palacio real aguardando la llegada del insolente matrimonio Kennedy. La mujer más poderosa, la monarca del Reino Unido, se arruga ante la presencia de la influyente Jackie, aquel glamour sesentero que asombraba a Europa por su dominio del francés, su estilo y su desparpajo. El dudoso gusto textil de Isabel II quedó más patente que nunca en aquel encuentro con la desdichada Jackie. Ese encuentro termina espoleando a la reina, a la flemática superheroína del palacio, que teme que la vejez la pille con esos vestidos tan feos. Y para sabe qué pasa hay que ver la segunda temporada de The Crown, en Netflix. El duque, ya príncipe, de Edimburgo, se estira en su figura de infiel, castigador y engreído, rabioso de ser la sombra. El creador de este pantagruélico biopic, Peter Morgan, (y ya nos dio pistas en The Queen) tiene un malo fijo, una némesis para ir hilando con garra el relato sobre la chica que nunca quiso reinar. Matt Smith es el consorte, el estupendo intrigante y metepatas paternaire de la soberana. El marido es el que está detrás de cada drama familiar, con un principito que es carne de escarnio entre sus compañeros de colegio y que evoca a su vez, en un sabroso flashback, el triste y turbio pasado infantil del de Edimburgo.

Claire Foy crece en esta temporada y de paso favorece la imagen del personaje real. Le deja en alto el papel a Olivia Colman.

A partir de ahora ya no podemos ver a la inquilina de Buckingham con los mismos ojos. Una aventajada aprendiz del oficio que para colmo tuvo que lidiar a los más tristes primeros ministros, tardovictorianos, justo cuando el mundo se derrumbaba alrededor, cuando los tiempos cambiaban que era una barbaridad. Ahí está la casquivana Margarita (Vanessa Kirby) para confirmarlo. La segunda temporada de The Crown, el primer atracón perfecto para estos días, se ambienta en unos años de transición, en los primeros 60, cuando los líderes renovadores, llamados a perdurar, se pierden de vista (Kennedy, Kruschev, Juan XXIII) y el futuro pega un acelerón cultural y social más rápido de lo que sospechaban las élites. A fuerza de lecciones y golpes, todos los implicados de The Crown aprender a subirse a ese autobús en marcha.

Con 10 millones de dólares por capítulo (15 veces más que el episodio más caro que se puede grabar en España) la majestuosidad y la recreación detallista tiene que aflorar en cada escena. Las escenas de los países del Tercer Mundo, los episodios del canal de Suez, están más escuetos en medios, pero son pecados veniales frente a una ficción de epopeya sorda bien interpretada, con ritmo de manivela cuando es preciso y de una ambientación que parece desvelarnos un documental de cortinas descorridas. El doblaje en español, ay, se empeña en pronunciar "bakinjam" en lugar de "bakingam", un error fonético que creíamos ya superado. Por lo demás una soberbia temporada para convencer incluso a los republicanos.

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