Visto y Oído

francisco andrés gallardo

Catalana

Agarcía Ferreras lo de venirse arriba, con un crescendo de banda sonora de Terminator, no le cuesta apenas nada. Lo ha venido haciendo desde que era un pipiolo en la radio, donde es aún más complejo captar la atención al otro lado. Este jueves, entre el hastío, el desencanto y cierto escepticismo acre, era difícil remover la pantalla. Por fortuna nada que ver con aquel 1 de octubre, como remoto. Una jornada electoral convencional, con todo reglado, con la parsimonia y costumbre de una administración formal. La Cataluña, la España, de una democracia consolidada.

Una mañana de análisis con la modorra ante la espera de la parturienta. Griso sacaba a sus sismógrafos socioeconómicos, Sergio Martín empellaba a los contertulios apagados y Ana Rosa se encorajinaba con el boicot de Puigdemont en Bruselas. Un jueves excepcional con aspecto de normal, de la naturalidad de una calma en vilo y preocupada. Un jueves sin consignas explícitas, donde lo más aconsejable era atajar las noticias falsas. Maldito Bulo aclaraba en La Sexta algunas incidencias para evitar que se propagaran como afrentas, como lo de llevar un lazo amarillo en la solapa tratándose de un simple votante. Jesús Ruiz, en Cuatro, daba vueltas a los datos de participación, con suposiciones de quinielista. No había mucho más donde sacar chispas, por suerte, a una mañana laborable de urnas.

Un frío mediodía de políticos votantes, con el solapado de Dolors Montserrat y Marta Rovira, y el brillo de una Inés Arrimadas donde, rodeada de micrófonos, arremolinaba las esperanzas y los deseos en voz baja, frente a un Albiol que no ha sabido quitarse esa máscara amarga que luce.

En la tarde seguían las digresiones inciertas y en esas, de golpe, llegaron las cifras al punto de ebullición. Pero en fin, no demasiado lejos de otros días electorales... y que así sea a partir de ahora.

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