Visto y Oído

francisco andrés gallardo

Camacho

El seleccionador de los furores sudoríparos, custodio de la furia de Belausteguigoitia, el de los marcajes más agarrados que un reggateon, nunca se anduvo con chiquitas. Ni en el césped, ni en los banquillos. Ni en el set de los comentaristas. Vibra en los encuentros, analiza con el ímpetu de sus palabras y el miércoles nos topamos con sus aspavientos sinceros. Plas, plas. Aleteando con la mano cuando Joaquín Prat invitaba a la terna rusa (con Carreño y Kiko, con sus eses en columpio) a que se sumaran al Sálvame chiringuitero que habían montado en Telecinco. Una charleta para estirar la emoción y sufrimientos ante la selección de Irán, que no son moros, como decían los memes: el nombre del país persa significa tierra de los arios.

José Antonio Camacho no estaba dispuesto a perder ni un minuto en el empeño y mientras oía a Prat se quitaba los cascos. La escenificación más concisa para eludir un burdo experimento de baratija con el que se pretendía llevar el espíritu de Supervivientes a las cuitas mundialistas. Pusieron por allí a Siro López e Irene Junqueras como excusas futboleras y pedreloreras, pero en realidad los que estaban por la labor de chupar el balón eran los más habituados a la plazoleta achicharrada y navajera, Coto Matamoros y Alessandro Lecquio. El fútbol puede parecer que es un cachondeo nacional más, pero la selección nos la tomamos más en serio de lo que se creen en Mediaset. Aún estarían a tiempo de probar con otro formato en esa extensa parrilla tronista de Telecinco. Entre los señores encorbatados de los programas deportivos latinoamericanos (debaten sobre la bola con más gravedad que la información política) y los compadres de El chiringuito aún se podría probar con un término medio donde por supuesto hubiera sitio para el rigor y el humor, los dos extremos del campo. De paso, en emisoras como la COPE se aprecia perfectamente que pesa más pelotear al Real Madrid y la decisión de Lopetegui que respaldar a la selección. Florentino es el impuesto dueño de la excelencia pelotera.

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