Masterchef Celebrity

Ana Obregón se reconcilia con Antonia Dell'Atte

  • La italiana acudió como jurado a una prueba de 'Masterchef Celebrity' donde examinó el plato de su otrora archienemiga, que a la postre quedó eliminada este miércoles

Ana Obregón en un abrazo  (no muy fuerte) con Antonia Dell'Atte

Ana Obregón en un abrazo (no muy fuerte) con Antonia Dell'Atte / RTVE

Ana y Antonia. Como si fuera el título de una película de Visconti o alguien así. Se conocieron en los primeros polígrafos tras compartir amor, o algo así, Alessandro Lecquio. Y rivalizaban entre las comadres, como si una fuera Tassotti y la otra Luis Enrique, en los años 90, o algo parecido.  Antonia se quedó en este país con aura de víctima cornúpeta e hizo negocio de sus suspiros y pesares profundos por las infidelidades de quien fue su marido y hasta se permitió una revancha selecta cuando relevó a la propia Ana en la presentación del Qué apostamos con el esaborío de Ramontxu. Al cabo de tantos años de polígrafos y niños abandonados Ana Obregón y Antonia dell'Atte se ha reencontrado frente a frente en la tele. En un plató más competitivo pero también más confortable, el de Masterchef Celebrity.

Ana Obregón en el paredón de la eliminatoria con Juan Avellaneda Ana Obregón en el paredón de la eliminatoria con Juan Avellaneda

Ana Obregón en el paredón de la eliminatoria con Juan Avellaneda / RTVE

 

Ambas son más bien sombras de lo que fueron en los 90, la vida televisiva las trató bien pero hace ya más de un decenio que ni una ni otra arañan el primer plano que antes obtenían con facilidad, con la facilidad de estar enfocadas apenas unos segundos. Ambas precisamente han regresado al prime time con los juicios de Jordi Cruz. La italiana, pese a su exasperante actitud, tuvo momentos de brillantez en las cacerolas en la pasada temporada. Antonia llegaba con clara superioridad, invitada por el jurado por su experiencia pasada para ser digna de la valoración de los concursantes. Y Antonia entre besillos y puñaladas por la espalda, para envenenar un poco el aire, tildó a su vieja conocida de no saber freír un huevo, de ser una mimada, de ser una pija. Sólo le faltó murmurar que Ana y los siete era una serie malísima. Y habría tenido toda la razón.

La Obregón se las tuvo que ver con un cocinero birmano, con su rima y todo, para confeccionar un plato típico de aquel país, con sus elaboraciones y especias raras y su huevo cocido partido por la mitad. Antonia la estaba esperando.

Pero no, no pudo humillar el plato de su enemiga del plató. La sopa estaba rica. Como sus cuentas corrientes de antes. El jurado sonreía. Sólo faltaba un abrazo no demasiado fuerte de reconciliación y olvido de unas rencillas que realmente tienen bien superadas. Tienen otros problemas en los que pensar aunque las portadas siempre las estén esperando para acentuar las desgracias. Antonia volverá a sus poses de dama altiva y Ana con sus mofletes plásticos tendrá que seguir justificándose a sí misma.

Bueno, todavía tiene la gloria de Masterchef. Pero qué va. En la prueba eliminatoria se lió con las anguilas e hizo ese típico plato incomible que te abre las puertas de Pepe para que te vayas por todo lo alto. Adiós, Ana. Otra vez. Los polígrafos y los cilantros siempre te echarán de menos.

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