El accidentesería la revisión de García Lorca entre camiones, cerdos y madres angustiadas, fiesta de cumpleaños con globos deshinchados y una trama principal que aún tiene que destapar algunas pistas más. Un drama de desgarros con malos de muy mala milk. A Eusebio Poncela le sale del alma ese patriarca de acento inexplicable, discapacitado en lo motriz y puntiagudo en su observación. Inma Cuesta sería la joven gitana que ha intentado despegarse de una familia ortodoxa que entra en conflicto con sus parientes políticos y un cuñado que se ha enamorado locamente de ella. Todo muy a la caza de Bernarda Alba (gracias, Teatroz), con un desaparecido en un avión siniestrado (confiamos en el hacer de Quim Gutiérrez) y una compinche disfrazada de monja con botines de serpiente. Y Piqueras, otra vez, en el informativo ficticio. Son los destellos de un primer capítulo al que la audiencia le ha dado su confianza pero que no significa que el personal vaya a seguir hasta el final. El episodio piloto de El accidente parecía trastabillarse en sus propios enigmas, en sus misterios acumulados, y entre tanta interpretación intensa, y algunos que otros golpes, al espectador generalista se le entrega un desafío de tintes ásperos y pelín forzado. Es pedirle mucho al seguidor de Sálvame, pero Telecinco pretende, en loor principesca, granjearse al espectador que normalmente no le sintoniza.

Pronunciaciones al margen, se siguen agradeciendo las ambientaciones periféricas, en este caso un pueblo en plena dehesa extremeña, un telón que se integra con sus peculiaridades a la acción. Nos aventuramos a decir que una acción en la mitad sur de la Península genera más tópicos, pero también más audiencia, que una que se ambiente en latitudes más septentrionales (lo vimos en Sé quién eres y lo comprobaremos con los Narcos galaicos que están por llegar). El accidente no esa gran serie nacional que estamos lampando por seguir en las noches pero viene a animar una previa navideña que se presenta muy mustia.