Crítica videojuegos

En las montañas de la locura

Cursed Mountain. Deep Silver | +16 | 46,95€ | Wii. Años 80. Nos encontramos a los pies del Himalaya, buscando a un afamado alpinista que desapareció hace tres días en pleno ascenso sin dejar rastro. Desde entonces las inmediaciones de la montaña se encuentran repletas de fantasmas. Nuestra única pista: el alpinista buscaba un extraño objeto, sagrado para los habitantes del lugar. Miramos a la escarpada ladera y mascullamos: "Hermano, si aún vives, te mataré con mis propias manos".

Estos sobrecogedores primeros instantes detonan la salida de Cursed Mountain, uno de los pocos (cada vez más) survival horror que actualmente podemos encontrar para Wii, en la enésima demostración de su capacidad para ofrecernos juegos de una madurez que las primeras intenciones de la consola no hacían siquiera sospechar. Así lo demuestra el elemento lovecraftiano, latente en cada pirueta argumental y en las mismas ambigüedades cognitivas que habrá de padecer el protagonista, Eric Simmons, acaso el principal efecto especial del título en su humanidad exacerbada, capaz de comportarse por guión como una persona lo haría en una situación fuera de toda lógica. El desarrollo del juego, cartesiano en las convenciones propias de su género (luchar contra fantasmas y recolectar objetos para su uso posterior), presenta sin embargo ciertos elementos notables que hacen de su puesta en escena algo especial, entre ellos su original ambientación: tanto el poblado donde comienza la aventura, como la posterior escalada a la montaña, gozan de una cualidad tan particular en su textura y su sonido, que al poco tiempo de comenzar el juego nos hace olvidar las posibles carencias de su aspecto gráfico. También supone un factor novedoso el referente de las mitologías tibetanas, tanto en los diversos documentos diseminados por el juego (más de un centenar), como en la naturaleza misma del periplo argumental, tan deudor de los horrores atávicos propios del escritor de Providence, y en el recurso del tercer ojo para percibir los elementos que no pueden ser captados por la retina humana. Esencias clasicistas que tienen su revulsivo en el minimalismo de unas escenas cinemáticas diseñadas según el recurso de imágenes estáticas secuenciadas, tan característico de la estética DS y que tan excelentes resultados diera en el también juego de género Hotel Dusk: Room 215.

Por su ambientación, por sus resonancias lovecraftianas, por sus originales sintagmas narrativos y por el carisma de su protagonista, está claro que este título hará las delicias de los seguidores del género; y aunque no sea su más prestigioso embajador (tampoco el prestigio es el mejor consejero), sí representa la estremecedora avanzadilla de todo lo (mucho) que esta Wii en plena forma tiene aún que brindarnos.

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