CRÍTICA VIDEOJUEGOS

La década prodigiosa

Pokemon Platino | Game Freak | +3 | 36,95€ | NDS

Desde su aparición en GameBoy Advance a finales del pasado siglo, la saga Pokemon no ha dejado de ofrecernos aventuras con una admirable capacidad de reinvención. Con las tintas inteligentemente cargadas en guiones que, en su simpatía y vocación desenfadada, nos remiten a la mejor época de la aventura gráfica (en efecto, cuando aún se denominaba así), la diversidad de historias, personajes y mitologías se ha elevado progresivamente, tomando cuerpo en una deslumbrante ramificación de subsagas, como las representadas en Mundo Misterioso y Pokemon Ranger, o las relacionadas con colores.

Precisamente en esta última serie se desarrolla hoy Pokemon Platino, que nos hace vivir una trama felizmente deudora del imaginario del cine juvenil de los 80: está el doctor excéntrico, están los padres que advierten a sus hijos de los peligros de la vida al comienzo de la historia, está la amistad entre preadolescentes, está el protagonista moderado y el amigo tarambana, está la chica y está el villano que desea dominar el mundo, en esta ocasión utilizando el poder de un legendario Pokemon. Y es que aquí los Pokemon representan una interesante metáfora del poder ansiado por las dos partes del espectro ético, tanto como lo hiciera la capacidad de viajar en el tiempo en Regreso al futuro 2 (Robert Zemeckis, 1989), el tesoro de Los Goonies (Richard Donner, 1985) o la magia del niño protagonista en El chico de oro (Michael Ritchie, 1986). Esta suerte de The Goonies meets Pokemon se revela así partidaria de aquella infalible ecuación el entertainment que hizo leyenda en la década con más personalidad de la historia contemporánea, hasta el punto de incluir en su tercer acto una prueba deudora del paradójico imaginario de M. C. Escher, como lo hiciera la mítica Dentro del laberinto (Jim Henson, 1986), y más recientemente, ya en los territorios del bit jugable, aquella pequeña joya del abstracto que supuso Echochrome.

Pokemon vuelve por tanto a bendecir la tantas veces bendita pequeña de Nintendo con su minimalista concepto del espectáculo, reforzándose una vez más como un producto sólido y libre, dueño de un rico sistema mitológico que confirma una de las sagas imprescindibles de la historia del videojuego.

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