CRÍTICA VIDEOJUEGOS

Retornos de la memoria

Another Code: R | Cing | +7 | 49,90€ | Wii

Toda historia tiene un principio, y todo principio tiene una historia. Así ocurre en el caso de Another Code, la serie que comenzó por potenciar las posibilidades de Nintendo DS en los orígenes de la portátil, introduciendo recursos hoy clásicos, como el empleo imaginativo del stylus, la resolución de puzzles en un abrir y cerrar de consola, o el pleno aprovechamiento de las posibilidades del micrófono. Sin embargo, aquella sería únicamente la carcasa formal de un título extraordinario, cuya atmósfera a medio camino entre la candidez y la nostalgia, junto a su delicada y audaz protagonista infantil a la caza de pistas sobre el turbio pasado de sus padres, generaron no pocos afectos entre los aficionados a la aventura gráfica clásica, un género hoy por hoy prácticamente extinto.

Cuatro años después de aquel pequeño milagro, irrumpe en el mercado su secuela, Another Code: R, en esta ocasión para Wii. Y, aunque con una sintaxis sencilla, lo hace para recordarnos la fascinante ortografía de aquella primera y revolucionaria entrega. La alusión literaria no es gratuita, como no lo es la explícita impresión en la carátula del sello que reza "Novela de misterio interactiva". Rigurosamente cierto: su cadencia, más allá de las gramáticas propias del juego, nos sumerge en los ritmos pausados de una literatura tan minimalista en sus diálogos, extensos y atmosféricos, como voluptuosa en sus mecanismos de intriga, capaces de prolongar la tensión como una obra de Haruki Murakami, y de convulsionar la claridad de sus escenas diurnas y bucólicas, y la amabilidad aparentemente ingenua de sus formas, con un trasfondo inquietante e inaprehensible, una sensación retorcida que acecha en las profundidades más insondables de la memoria.

Tras dos años de casi total ausencia paterna, en los que Ashley, que vive en compañía de su tía, ha tenido que aprender a valerse por sí misma, la joven es invitada por su negligente padre a pasar un fin de semana de acampada en Juliet Lake. El robo de sus pertenencias a su llegada al campamento, y la alternancia de algunos encuentros agradables y otros tensos, dan el pistoletazo de salida a un misterio relacionado con el pasado de su madre asesinada, una joven y brillante científica inmiscuida en estudios sobre la memoria. La torpeza de su padre, la perturbadora presencia del joven científico encargado de cuidarla en su ausencia, el niño desaparecido, el hombre en incoherente traje que camina por senderos prohibidos… son pequeños elementos de apariencia inocua y azarosa en un mundo fundamentalmente masculino, dispuestos en el reducido espacio del campamento, que contribuyen a generar una cierta inquietud apenas descriptible, en lo que vendría a parecerse bastante a una versión orientalizada del primer David Lynch.

La referencia, de nuevo, no es gratuita. Si los periplos de los personajes del cineasta norteamericano, o incluso de las creaciones de Chris Marker, son intimistas, oníricos y afectados por la memoria (y la inmemoria) de una forma irrevocable, el viaje de la adolescente Ashley a través de sus recuerdos, del retorno mental, autófago, de sus experiencias a lo largo del relato, es también el de una iniciación dolorosa, diríase menstrual, que deja atrás su niñez: de ahí que cada espasmo de flashback sea representado con un sollozo, una distorsión visual, un juego sepia de capas superpuestas en movimiento y un retumbar seguido de un absoluto silencio, en definitiva un golpe romo y contundente en el alma.

Pero el adiós a aquella niña de catorce años que protagonizaba la primera entrega tiene lugar en una vuelta de tuerca inesperada: mientras que aquel Another Code se adscribía abiertamente al género fantástico (islas misteriosas, mansiones y espíritus amistosos incluidos), el realismo matizado de sugerida ciencia ficción de esta segunda parte nos hace dudar sobre el nivel mismo de realidad de aquella aventura (de aquel recuerdo), ni por un momento citada aquí, y nos encierra en una alambicada estructura de torsiones y distorsiones de lo vivido, en los más insospechados niveles de la relación jugador-historia. Quizá la joven no recuerde su aventura pasada, quizá nuestro recuerdo sea en realidad una fantasía fabricada por los perversos programadores de la saga, y de nuestra propia e indescifrable memoria.

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