Familia y población

La dinamita y la termita

Joaquín Leguina

Demógrafo y estadista

Un refrán castellano asegura que nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena, o dicho de otra forma: nadie se ocupa de lo grave y prefiere ocuparse de lo urgente. Los versos del poeta austriaco Fried nos lo dejan más claro: "Ocupado en combatir a mi enemigo principal, me dio muerte por la espalda mi enemigo secundario". Y es que la economía (ciencia que siempre trabaja a corto plazo y cuyos acontecimientos pueden destruir como lo hace la dinamita) es hoy, sin duda, el enemigo principal y ha hecho olvidar a nuestro -lento pero inexorable- enemigo secundario: la demografía (cuyos fenómenos pueden destruir también, pero lo hacen como las termitas).

 

La crisis, iniciada en 2008, ha invertido la tendencia migratoria haciendo que el saldo positivo de los años anteriores a la misma (al inicio de 2007 residían en España 4.526.522 nacidos en el extranjero mayores de 15 años), se haya tornado negativo, pero todavía es pronto para cuantificar el impacto de la actual reversión, aunque, según la hipótesis del Instituto Nacional de Estadística (INE), durante 2012 el saldo migratorio negativo fue de 181.479 personas. 

 

Lo que sabemos, y lo sabemos desde hace bastante tiempo, es que la estructura por edades de la población española amenaza con llevar a nuestra sociedad a la catástrofe. Basta sólo con mirar el Gráfico 1 para intuirlo. Teniendo en cuenta, además, que la inmigración anterior a la crisis ha limitado ese deterioro.

 

En contra de lo que se suele opinar, en la estructura por edades y en su evolución apenas influye la caída de la mortalidad (que sí condiciona y mucho la edad media de la población y el número de ancianos). Es la caída de la fecundidad la gran responsable de que la "pirámide" española se parezca hoy a un botijo y mañana, probablemente, a una seta (lo veremos más adelante). Un hongo que puede ser tan destructor como el de una explosión nuclear.

En cualquier caso, al inicio de 2012 el 26,1% de los españoles tenía 65 años o más y el 24,3% tenía 15 años o menos. Por lo tanto, la tasa de dependencia era ya el 50,4%. Es decir, dos potencialmente activos por cada potencialmente inactivo.

 

Aunque se trata de una convención, los demógrafos estiman que la tasa de reemplazo (aquélla que, sin movimientos migratorios, aseguraría que la población no decreciera) está en 2,1 hijos por mujer y ese indicador en España viene colocándose por debajo desde finales de los años setenta (Gráfico 2). En otras palabras: durante casi cuarenta años los españoles hemos estado cavando una gran fosa demográfica. Ya sólo nos resta meternos dentro… y después que el enterrador apague la luz.

 

De la profundidad de esa caída de la fecundidad da cuenta el hecho de que durante muchos años (finales de los ochenta y buena parte de los noventa) la fecundidad española fue la más baja de todas las observadas en los países que pertenecen a la ONU. Un récord de todo punto indeseable.

 

Por otro lado, la recuperación de la natalidad que se observa con el inicio del nuevo siglo se debe casi exclusivamente a los nacimientos de madres extranjeras ( Gráfico 3). Y ahora, con la ya detectada (a partir de 2010) reversión migratoria, las cosas no parece que vayan a mejorar por esa vía en el campo de la fecundidad.

 

La reversión migratoria

Como se ha dicho más arriba, la medición correcta de los saldos migratorios externos no es cosa sencilla, entre otras razones porque quien se va al extranjero no suele dejar huella en España, pues no tiene entre sus prioridades darse de baja en el padrón del municipio en el que vivía; sin embargo, el INE publicó a finales de 2012 y con la vista puesta en sus proyecciones demográficas una estimación del saldo migratorio exterior que recoge el Cuadro. 

 

Según estas estimaciones, el proceso de reversión -que comenzó probablemente en 2009- fue frenado en su inicio por la inercia inmigratoria anterior, pero desde finales de 2010 -siempre según las estimaciones del INE- no sólo el impulso inmigratorio se ha venido abajo sino que la fuerza centrífuga se ha disparado (un movimiento negativo que multiplica casi por cuatro el saldo emigratorio en tan solo un año: de  -50.090 en 2011 a -179.059 en 2012). La distribución territorial de ese saldo resulta, como era de esperar, muy diversa según en qué comunidad se contemple y en esa distribución Andalucía sale la mejor parada de todas las CC.AA. españolas, con un saldo positivo durante los tres años (2010, 2011 y 2012) de 18.400 inmigrantes.

 

Previsible futuro

Las hipótesis sobre la fecundidad y mortalidad que baraja el INE en sus proyecciones son moderadamente optimistas y suponen pasar de 1,36 hijos por mujer en 2011 a 1,56 en 2051 y una esperanza de vida que pasará de 79,1 años (varones) y 84,9 (mujeres) en 2011 a, respectivamente, 86,9 y 90,8 años en 2051. La hipótesis sobre saldo migratorio externo (2012-2052) es levemente negativa: del orden de 35.000 salidas netas anuales, concretamente: pérdida de 1.406.000 personas vía saldo migratorio en los 40 años que separan 2012 de 2052. En estas condiciones, la población bajaría de 46,2 millones el 1 de enero de 2012 a 41,5 millones al inicio de 2052. Es decir, una pérdida de 4,7 millones de habitantes y, lo que es más relevante,  con un 73,1% (¡no es una errata!) de la población con 65 años o más al comienzo de 2052 y una tasa de dependencia en esa misma fecha del 100% (Gráfico 4). Estamos, pues, ante el anuncio de una posible catástrofe debida, básicamente, a la deriva observada en la fecundidad durante tantos años. Las proyecciones -conviene recordarlo- son sólo eso, proyecciones, pero en nuestro caso plantean una pregunta ineludible: ¿qué es preciso hacer para que esa catástrofe no llegue a presentarse?

 

La conclusión que se obtiene de esta proyección del INE es que sólo hipótesis "heroicas" (por ejemplo, que el número de hijos por mujer retornara rápidamente por encima del nivel de reposición y/o un saldo migratorio positivo y del orden de más de 200.000 personas anuales) serían capaces de rectificar este rumbo demográficamente desastroso. Conseguir atemperar tan desapacible futuro con un mercado laboral -el nuestro- que ha sido capaz de producir en muy poco tiempo tamaña cantidad de parados como la que hoy existe sería casi un milagro. Pero a veces estos milagros se producen. ¿Por qué? Porque las sociedades y lo pueblos casi nunca desean suicidarse… Además, a lo mejor la medicina nos permiten, en el futuro, retrasar hasta los 100 años la edad de jubilación.

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