Sierra

El regreso a casa después de 20 años

  • 22 familias del Coto de Bornos vuelven por fin a sus hogares dos décadas después de tener que ser desalojados de una promoción de VPO ruinosa

Las lágrimas que se han enjugado a lo largo de estos años sólo lo saben ellas. Ahora, estas mujeres se ríen tintineando las llaves de sus viviendas, pero han sido muchas las que han vertido a lo largo de este tiempo para que no les quitaran su dignidad.

Es la historia de 22 familias del Coto de Bornos, que regresan estos días a sus casas 20 años después de tener que abandonarlas porque la promoción de VPO que compraron resultó ruinosa por problemas en la cimentación. Dos décadas de peleas judiciales, de reclamo a la constructora y a la administración municipal, que fue la promotora, y de solicitar auxilio a las administraciones superiores. De protestas en la calle, de encierros en el Ayuntamiento y de pedir amparo hasta el Defensor del Pueblo. Y, sobre todo, 20 años pagando religiosamente las mensualidades de unas viviendas de protección oficial ruinosas en la que no podían vivir.

"No pude apenas ni entrar en mi casa cuando me la dieron porque ya tenía grietas. Me fui sin hijos y vuelvo, ahora, hasta con un nieto. Han sido muchos años luchando, yendo de un sitio para otro y nadie daba una solución". Lo cuenta Beatriz, una de las vecinas de la calle Nueva, a la que la vida le cambió por culpa de una casa que la construyeron con deficiencias.

El gobierno local de entonces promovió la construcción de 40 viviendas en el Coto de Bornos que se edificaron en 1995, de las que 22 resultaron ruinosas y el resto se remodelaron. Tras mil batallas, la Justicia condenó a la dirección facultativa, al contratista y a la institución municipal, obligando a ésta última a levantar de nuevo la promoción y pagar un alquiler a los afectados mientras se hacía.

Pero los sucesivos gobiernos locales no resolvían la construcción nueva de las casas por falta de dinero, aducían, y los alquileres transitorios se han alargado a más de 20 años. "Hemos vivido mucha impotencia. Te decían una cosa y después no la cumplían. Por más que nos movíamos no había futuro. Había una sentencia en firme, pero nosotros estábamos sin casa", cuentan Ana Mari, Rosario y Beatriz, tres de las afectadas. A Rosario, su casa se le convirtió casi en palomar. "Los pájaros se metían en las grandes grietas y no podían salir. Las tenía por todos sitios", dice. Además de la pérdida de sus hogares, estas mujeres hablan del "daño moral" que les ha acarreado esta tensa situación. "Hemos pasado estos años a base de pastillas", denuncian.

Pero esta angustia acabó a penas hace una semana cuando el actual gobierno municipal de IU les entregó sus nuevas casas reconstruidas. "No me lo puedo creer aún. Ya ha terminado esta pesadilla", anota Beatriz, que ya no recuerda la de mudanzas que lleva a cuestas a lo largo de estas dos décadas en casas alquiladas. "De tanto trasiego se han estropeado hasta los muebles", apostilla. Y es que este Ayuntamiento tenía una deuda de casi 60.000 euros al año fruto de los alquileres de las familias realojadas. Una cifra que se hacía cuesta arriba para las arcas.

"A veces el Ayuntamiento pagaba y otras se retrasaba en las mensualidades y claro, teníamos que abandonar esas casas porque se quejaban los propietarios, que también han aguantado lo suyo", critican las afectadas. Dicen no tener palabras de agradecimiento para el actual gobierno local en Bornos, que en dos años de mandato ha desbloqueado este tema y ha levantado las casas recurriendo a un préstamo.

La construcción ha costado casi 550.000 euros financiados con fondos propios municipales y con un préstamo de 300.000 euros que será abonado antes de que finalice este actual mandato. "Por lo que este problema no hipotecará a los gobiernos locales posteriores", apunta el alcalde de este municipio, Hugo Palomares. "El esfuerzo económico realizado era necesario ya que solamente los alquileres eran una sangría para las arcas del Ayuntamiento. Situación a la que no se le ha puesto remedio en más de 20 años", añade el regidor.

Dos décadas en la que la vida de estos propietarios, la mayoría eran jóvenes y sin hijos cuando adquirieron los inmuebles, ha cambiado. Se da la paradoja que hay matrimonios disueltos y que se ven con su nueva casa después de todo este tiempo. Las construcciones de entonces tenían un solo dormitorio y cimentación para otros dos. Y hoy, hay familias con más miembros. "Yo me marcharé del pueblo y se la dejaré a una de mis hijas", relata una de las dueñas, mientras otra de ellas cuelga la ropa en su nuevo dormitorio, en una casa adaptada a su enfermedad. "¡Claro que celebraremos este triunfo!. Lo haremos en la calle, con una barbacoa y con todo el que quiera", concluyen estas mujeres guerreras.

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