Sevilla-barcelona · la crónica

Orgullo contra Daniel (2-3)

  • El Sevilla sacó fuerzas de donde no las tenía para, con un jugador menos, marcarle dos goles y asustar al Barcelona · La distancia entre el pasado y el presente juega de lateral y es brasileño

En pleno debate sobre si este Sevilla juega mejor que aquél o que el otro, llegó al Ramón Sánchez-Pizjuán la respuesta que muchos no quieren reconocer por no se sabe qué intereses. Es fácil, se llama Daniel, lo apellidaron Alves en su nacimiento y en cierto Mundial juvenil para no confundirlo con un zurdo llamado también Daniel y Carvalho por parte de padre, y ahora lo denominan Dani. Ése, sólo ése, es el motivo principalísimo para que este Sevilla no se acerque, ni de lejos, al nivel de aquél o del otro. El Sevilla puede ser un buen equipo, cierto, pero evidentemente distinto, jamás igual, que el que peleara con el Barcelona en cierta noche en el principado de Mónaco. Y por ello, sobre todo, más un puñado de causas más, seguro, fue ayer un verdadero pelele en manos del equipo que bate todos los récords de puntos de la Liga española, un correr y correr camino de ningún sitio.

El Sevilla, el mismo Sevilla que fuera capaz de eliminar a este Barcelona este mismo ejercicio en la competición de la Copa del Rey, fue borrado del terreno de juego desde el minuto 1 hasta el último por la sencilla razón de que juega en otra dimensión. Y si se obvia a los Messi, Xavi, Piqué o Pedro, que ya es olvidarse de gente importante, se puede volver al ejemplo particular del arranque de este relato de los hechos, a ese Daniel que destrozó todos los esquemas mentales que se había hecho Antonio Álvarez respecto al discurrir que preveía en el partido.

El entrenador sevillista, en su línea de no alterar lo que ha funcionado a la perfección en Santander, colocó a diez de los once hombres que participaron en el comienzo de aquel 1-5 y sólo introdujo como novedad al recuperado Luis Fabiano en el lugar de Negredo. No está mal como ideario de intenciones, pero surge de inmediato un problema, que las melenas de Diego Capel en lugar de volar al aire para superar a Morris una y otra vez lo hacen para evitar, la mayoría de las veces sin éxito, las penetraciones de Daniel por su costado. El almeriense, lógicamente, sufría de lo lindo y con él también iba a padecer, por supuesto, todo el Sevilla.

Porque, al contrario de lo acaecido junto al Cantábrico, quien se iba a adelantar era un Barcelona que aprovechó un despiste de Adriano al tirar la línea del fuera de juego para que Messi colocara bien prontito el 0-1 en el marcador. A partir de ahí, la impotencia iría creciendo conforme se consumían los minutos y ni siquiera servía apenas el derroche de pundonor de todos los hombres equipados de blanco. Nada, todo era correr detrás de un balón sin tenerlo mientras que Daniel percutía mil veces por la derecha al tiempo que Messi, Xavi y Busquets tocaban con primor.

Eso sí, ese 4-4-2, que cabe considerarlo para ser más exactos como 4-2-4 cuando son Jesús Navas y Diego Capel ocupan los extremos, está muy bonito. Seguro que los neutrales, los que no sienten ni padecen con la fe sevillista, como Cesc desde Londres, se divertirían con él. El esquema permitía que se viera un buen espectáculo de fútbol, extraordinario incluso, aunque fuera durante la primera media hora por el juego de un Barcelona que estaba muchísimo más a gusto que si tuviera enfrente al Inter, o incluso al Espanyol de Pochettino, que no fue capaz de eliminarlo de la Copa sino de empatarle en casa hace poquito.

En fin, todo lo demás es la descripción de un ejercicio de impotencia, de luchar contra un imposible, de correr con toda la voluntad del mundo, de emplearse con toda la buena fe, y criterio, que le pone Antonio Álvarez a lo que demanda desde su filosofía futbolística. Desgraciadamente para todos los seguidores que sienten en sevillista era así, por mucho que otros disfrutaran con la estética de un fútbol bastante bien jugado. Por el rival, por supuesto.

Pero el Sevilla, y eso sí hay que alabárselo, jamás se dio por vencido y hasta trató de conducir la pelota hasta Jesús Navas en las pocas veces que lograba volcar el campo hacia la banda que no dominaba Daniel. Por ahí llegaría una ocasión para cambiar, siquiera ligeramente, el discurrir de los acontecimientos, pero Luis Fabiano, con un espectacular control y remate, se topó con un excelso Víctor Valdés. Se había esfumado la primera oportunidad para inquietar al equipo de Daniel, a esa máquina azulgrana que avasalló de manera insultante.

Porque el punto final, si es que éste no había llegado ya antes, se pondría en el minuto 55, concretamente cuando Konko cometió la ingenuidad que lo llevó al vestuario antes de tiempo por una doble amonestación. Si antes era un pelele, durante unos minutos los blancos fueron un guiñapo ante un Barcelona que ni siquiera necesitaba ya pisar el acelerador a fondo. Pero este Sevilla tiene orgullo y eso nadie se lo puede quitar, tanto que fue capaz de marcar dos goles con un futbolista menos y de meterle el susto al Barcelona. Mejor así, aunque en el debe queden dos lesionados más y en el haber el 1-0 del Dépor-Mallorca, pero las distancias eran las mismas. A saber, 36 puntos entre uno y otro, más o menos los millones de euros que pagaron por Daniel.

Ficha técnica:

2 - Sevilla FC: Palop; Konko, Fazio (Squillaci, m.27), Escudé, Adriano (Lolo, m.67); Jesús Navas, Zokora, Renato (Stankevicius, m.61), Capel; Luis Fabiano y Kanouté.

3 - FC Barcelona: Víctor Valdés; Dani Alves, Puyol, Piqué, Maxwell (Abidal, m.65); Busquets, Xavi (Touré Yaya, m.87), Keita; Pedro, Messi y Bojan (Jeffren, m.91).

Goles: 0-1. Min.5: Messi; 0-2. Min.29: Bojan; 0-3. Min.62: Pedro; 1-3. Min.69: Kanouté; 2-3. Min.71: Luis Fabiano.

Árbitro: Alberto Undiano Mallenco (Comité Navarro). Expulsó al sevillista Konko al ver dos tarjetas amarillas (minutos 11 y 55). Además, también amonestó a los locales Luis Fabiano (m.29), Zokora (m.42), Lolo (m.74) y Capel (m.78) y a los visitantes Busquets (m.22), Pedro (m.44), Maxwell (m.54), Xavi (m.72) y Bojan (m.86).

Incidencias: Partido disputado en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán ante cerca de 45.000 espectadores, prácticamente lleno. Terreno de juego en buenas condiciones.

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