Semana Santa

De hermandades y cofradías

  • Vivir día a día nuestra hermandad será la mejor manera de hacer más liviana la espera

ES Viernes Santo y una nueva Semana Santa se nos va quedando atrás desvaneciéndose entre nuestras manos. Es un día triste, gris, austero, en el que las hermandades de Desamparados, Soledad, Santo Entierro y Rosario culminarán los días pasionales mientras quedamos a la espera de una próxima Resurrección que de sentido a todo.

Durante toda la semana, como viene sucediendo desde hace siglos, las hermandades de la ciudad han querido cumplir fielmente el mandato de sus reglas y se han hecho cofradías para acercar los misterios de la Pasión a todo aquel que haya querido contemplarlos. Pero todo pasa y en pocas horas los momentos vividos ante los pasos quedarán convertidos en recuerdos y pasarán a engrosar ese álbum de íntimas vivencias que todo cofrade guarda en su memoria.

Por tanto, son inevitables los sentimientos de tristeza y nostalgia que a todos nos embargan hoy pues sabemos que pronto, cuando la puerta de la parroquia de San José Artesano se cierre tras el paseo triunfal de Jesús Resucitado por La Isla, comenzaremos una nueva cuenta atrás que nos llevará en poco menos de un año a una nueva Semana Santa.

Es por eso que tras unos momentos iniciales de desesperanza y pesimismo, la alegría y la ilusión deben hacerse sitio en nuestros espíritus pues, afortunadamente, nuestras hermandades lo son durante todo un año aunque cofradías lo sean solo el día de la salida procesional.

Por delante y hasta un nuevo Domingo de Ramos tendremos múltiples formas de seguir disfrutando con nuestras corporaciones, ya sea asistiendo a jornadas y cursos de la siempre necesaria formación con la que avanzar en el conocimiento de nuestra fe; participando de momentos de sana convivencia en las casas de hermandad; colaborando con nuestro trabajo desinteresado y altruista en todo aquello para lo que se nos requiera; o, por supuesto, contribuyendo con nuestra presencia en los cultos internos, tan importantes como los externos.

Y sobre todo tenemos por delante toda una vuelta de calendario en la que, aquellos que nos llamamos cofrades, no debemos despojarnos de nuestra túnica penitencial en ningún momento continuando, sin ningún tipo de complejos, dando público testimonio de nuestra fe mediante nuestras obras y actitudes cotidianas.

En definitiva, el vivir día a día nuestra hermandad será la mejor manera de hacer más liviana la espera de un nuevo Domingo de Ramos al que ya casi comenzamos a oír llegar.

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