Semana Santa

La gran tarde de las cofradías de silencio

  • La Semana Santa isleña muestra su otra gran cara con las hermandades del Viernes

  • Santo Entierro volvió a ser la Gran Procesión por la calle Real con su amplio cortejo de representaciones civiles y militares

Al blanco de la Resurrección que hoy iluminará la mañana de Pascua le precede siempre el negro del luto que impera el Viernes Santo. La túnica de ruán y la larga cola recogida con el fajín de esparto que exhibieron los hermanos del Santo Entierro cuando se dirigían al Carmen era en sí misma toda una declaración de principios de este día de la Semana Santa. La última tarde de procesiones en La Isla volvió de nuevo a ser la gran jornada de las cofradías de silencio, el bien llamado Viernes de la elegancia, de las sobrias maneras, del clasicisimo cofradiero, de las marchas fúnebres, de los pasos sin música... La otra gran cara de la Semana Santa isleña, que -dicho sea de paso- nada tiene que envidiar a la gloria de las cofradías más populares. Es, simplemente, otra forma de ser, que además -es algo que no pasa desapercibido- se ha mejorado mucho en los últimos años, se ha ahondado en ese lenguaje estético que hablan las cofradías de negro, que cada Semana Santa se enriquece con nuevos matices... Unos cirios de respeto, unos servidores de librea, muñidores abriendo el cortejo, silencio y luces apagadas al entrar en el templo... El Viernes es también uno de los días de la Semana Santa isleña -por aquello del puente- que más gente suele congregar en el centro a media tarde y primeras horas de la noche. El ambiente que en ese tramo horario mostró el centro era envidable. Hasta costaba andar por la plaza de la Iglesia cuando el Santo Entierro dejó atrás la Carrera Oficial.

La cofradía carmelitana, que este año adelantó su salida un cuarto de hora para ser la segunda en la Carrera Oficial, volvió nuevamente a ser la Gran Procesión, el largo cortejo de representaciones cofrades, civiles, municipales y militares que se desplegó a lo largo de la calle Real protagonizando los primeros momentos de una tarde plena.

A las maneras románticas del cortejo que acompaña al Santísimo Cristo Yacente y que nuevamente abrieron los pequeños nazarenos del hábito carmelita se sumó esa amplia representación que integraron el resto de hermandades, el Consejo, el pregonero de la Semana Santa, parte de la Corporación Municipal encabezada por la alcaldesa y las tradicionales comisiones militares que, en esta ocasión, presidió el comandante general de Infantería de Marina, Jesús Manuel Vicente Fernández, en quien la Casa Real delegó su representación en la procesión del Santo Entierro.

La presencia militar, un año más, fue notoria en este cortejo cuya preparación requiere tantísimo esfuerzo y organización. Junto a la unidad de música del Tercio Sur procesionaron una escuadra de gastadores y dos secciones de Infantería de Marina procedentes del Tercio de la Armada.

La hermandad agilizó el ritmo por la calle Real a lo largo de su camino de ida hacia la Carrera Oficial. Este año fue la segunda cofradía del día en pasar por los palcos. Lo hizo a las nueve menos cuarto. En dos horas llegó al palquillo. De vuelta, antes de llegar a la Alameda, las autoridades civiles y militares abandonaron el cortejo, lo que permitió a la hermandad mostrar en su regreso al Carmen su otra cara, mucho más cofrade. La recogida del palio de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad a los sones de Virgen del Valle o La Madrugá por una plaza del Carmen a oscuras fueron momentos sublimes.

Aunque no fueron los únicos del Viernes isleño. En la plaza de San José, a las seis, se había inaugurado la jornada con una estampa espectacular que se ha convertido ya en un referente de esta tarde única, la del monumental crucificado de los Desamparados -el Santísimo Cristo de la Sangre- saliendo de su capilla y subiendo la plaza de San José mientras la luz caía sobre la histórica fachada almagre del hospital que diseñara Torcuato Cayón. También esta hermandad -debido al cambio de Santo Entierro- había modificado su hora de salida, que volvió a retrasar hasta las seis de la tarde para ser la última en pasar por la Carrera. Llegó con tiempo de sobra. La sobria cruz de guía arbórea de la cofradía enfiló la plaza Iglesia cuando el principio del cortejo del Santo Entierro acababa de pasar por el palquillo.

A esas horas, Soledad ya había dejado atrás los palcos y buscaba por la calle Antonio López las esquinas de San Gaspar, San Esteban y Murillo. En ese tramo del recorrido -antes de que se perdiera por su barrio y antes de abordar la recogida que, según la tradición isleña, cierra la Semana Santa- se vivieron momentos verdaderamente cofrades, como la saeta que se cantó al silente misterio de la Redención o la antigua banda de la Cruz Roja tocando Soleá dame la mano a la Virgen sola, otro de esos binomios clásicos de La Isla. La cofradía había abierto las puertas de las Iglesia Mayor a las siete y media regalando otro momento pleno de la Semana Santa y repitiendo una de sus escenas más clásicas.

Aunque la jornada, en realidad, no se completó hasta más tarde. A las once, el peculiar cortejo que acompaña a la Virgen del Rosario emprendió su recorrido en busca del Parque y del cementerio, donde cada año, ya en la madrugada del Sábado Santo, reza un responso por los difuntos. Es el austero broche que cierra la última tarde de procesiones que disfruta La Isla, que ya hoy se despedirá definitivamente de la Semana Santa de 2017 con el Resucitado.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios