Gianni Campo. Regente del Salón Italiano

"La gente se sentaba en una mesa a las dos de la tarde para ver aquí la procesión"

  • La ubicación de Los Italianos en la calle Ancha, justo al final de la carrera oficial, hace retener en su memoria al empresario multitud de anécdotas relacionadas con la Semana Santa

Un topolino de los italianos  el Jueves Santo. Más típico no lo hay. El primer negocio de helados italianos  que hubo en Cádiz, el de la calle Ancha, es una de las paradas ineludibles cada Semana Santa. Justo al final de la carrera oficial, su dueño, Gianni Campo, tiene 56 semanas de pasión  a sus espaldas. Como para muchos hosteleros gaditanos,  estos siete días de celebración religiosa en la calle son el verdadero agosto para sus negocios. Y para él no lo es menos, "aunque el verano sea más constante". Desde otro punto de vista, desde fuera, recuerda las anécdotas que ha vivido desde hace más de 50 años al frente de su negocio. Semanas de Pasión, de vivencias, mientras se trabaja detrás de una barra. Ejemplos de otros tantos negocios en el meollo del itinerario gaditano.

¿Qué se le viene a la mente si le pregunto sobre la Semana Santa? Es la primera cuestión antes de ir entrelazando recuerdos. "Uff... Yo tengo tantas anécdotas. Pero claro, eso tendría que ponerme a escribirlas y llevarla siempre en mi memoria", comenta Campo. Por ejemplo, empieza con una. "La carrera oficial antes terminaba en la plaza de San Antonio y desde las dos de la tarde la gente ya empezaban a coger mesa en mi salón. El Ayuntamiento no nos dejaba poner la terraza y la gente para ahorrarse el dinero se ponía aquí.  Llegaban temprano y no se iban a hasta la última. Incluso se turnaban y luego venían y se tomaban un helado o un café. El público es el público y hay que mantenerlo", explica . "Eso sí, la barra era un vender  constante, siempre estaba llena de clientes".

Incluso, cuando era pequeño, él aprovechaba para sacarse unas perrillas. "Como siempre estaban todas las sillas cogidas, yo venía con una caja de vinos vacía y se la ofrecía al que se quería sentar si me daba una peseta. ¡Al final me daban dos! Por sentarse después de seis horas viendo procesiones, la gente daba lo que fuera", ríe mientras va acordándose de anécdotas. "Fue algo muy bonito cuando en San Antonio, por una coronación, colocaron delante de la iglesia un altar y todos los pasos",  comenta también.

Detrás de un mostrador poco más le daba tiempo a ver. "Imagínate el trabajo que teníamos aquí". Campo revela que él siempre aprovechaba para asomarse a la puerta cuando pasaba el paso. "Pero los líos que se formaban aquí eran impresionantes. Ahora la gente guardan colas, antes eso era raro, y se aglomeraba la gente en la barra". Y es que, añade, "la Semana Santa para cualquier hostelero, si el tiempo coopera, es buena. Y más un acontecimiento especial como una Magna como la que va a realizarse este sábado. Cuando hay gente en la calle hay trabajo". Lástima que no recuerde mucho de la anterior Magna, hace 30 años. "Ha pasado mucho tiempo".

Precisamente, al propietario de los italianos le parece un gran idea que se recupere el Sábado Santo. "Antes era un día de mucho público y cuando se quitó el Santo Entierro mataron ese día. Recuerdo que esa procesión en la época era muy vistosa, incluso con caballos, y eso a la gente le gustaba y todo el mundo iba a la calle".

Gianni ha salido en La Expiración y en La Columna, todo alrededor del barrio donde su padre tenía primero arrendada la heladería y él luego compró. Un local que también se almacenaban varillas y cirios una vez que alguna hermandad terminaba carrera oficial. "Un amigo mío de Sanidad empezó a traerme un montón de varillas, y de cirios y me las dejaba aquí. Me decía: guardármelo que ya la recojo un día de estos. Y yo he llegado a tener fácil 30 varillas ahí puestas, con el consiguiente enfado de mi padre cuando venía por las mañanas", sonríe.

Desde el Salón Italiano de la calle Ancha también han aportado litros y litros de limonada para las cuadrillas de cargadores de distintas cofradías. "Empecé a dársela a la cofradía de La Palma, porque uno de los hermanos mayores era amigo mío. Y después a El Caído, porque uno de mis hijos salía de cargador. Después se sumó Buena Muerte y algunas más. Ya llegó un momento en que yo les pedía que me avisaran antes y me trajeran las garrafas con antelación para yo saberlo y así preparar la limonada, porque eso tiene un trabajo.  Pero venían cuando ya estaba la procesión en la calle y lo que yo tenía hecho era para la venta al público, así que dejé de hacerlo".

Más de 50 años para ver cambios y mejoras en la fiesta gaditana. "Yo la mayor diferencia que veo es que antes había más informalidad en cuanto a horarios.  Aquí pasaban hasta tarde, bien entrada la noche, y entre una procesión y otra podía pasar más de una hora. Ahora se llevan mejor los horarios de cada una, y pasan seguidas", afirma. "Antiguamente también quizás era la cosa más seria, aunque siga siéndolo, y quizás sea más rica en cuanto a los pasos", opina.

Ahora, con 69 años de edad, el regente de los italianos no acude por las tardes a su negocio, que deja en manos de sus hijos y empleados de confianza. "Son 56  Semanas Santas vividas aquí, desde los 13 años", insiste. Todas, a excepción de dos. "Una por huelga de hostelería en la que tuvimos que cerrar, y otra cuando hice la obra grande, hace ya casi 30 años", explica. "¡No me tardaron tiempo en hacer la obra, qué coraje me dio! Esa Semana Santa ni salí a la calle".

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