Viernes Santo

El fin de la maldición

  • La jornada se pudo completar después de tres años marcada por la lluvia. El día contrastó con la luz de Expiración desde la Castrense al recogimiento a oscuras durante todo el camino de la Buena Muerte

 LA maldición del Viernes Santo quedó por fin enterrada después de tres años en los que la jornada estuvo marcada por la lluvia.

Fue una jornada con una luz espléndida que acabó con la oscuridad absoluta y el imponente silencio de la Buena Muerte. 

Con los faldones del paso levantado la Virgen de la Victoria de la cofradía de Expiración impresiona aún más. Sus dos metros y medio de ancho, y esas cuatro maniguetas resplandeciendo en plata, lo convierten en una joya de peso, en todos los sentidos, de nuestra Semana Santa. En la tarde del Viernes Santo, momentos antes de la salida del cortejo, se vivieron instantes de emoción, de abrazos entre los cargadores que vivieron la dura experiencia de 2013 de enfrentarse a un copioso aguacero. Esta vez todo fue diferente, el tiempo aguantó y centenares de personas se congregaron en las inmediaciones de la Castrense.

El Cristo de la Expiración salió tumbado de la iglesia y conforme avanzó entre los sones del himno español se fue enderezando hasta alzarse en su impresionante majestuosidad, con ese rostro que refleja el dolor y el alivio del último suspiro. El Cristo inició su recorrido con los acordes de Expirando en tu victoria.

Nada más salir de la Castrense, la cuadrilla de la Virgen de la Victoria se aprestó para colocar en posición de salida el segundo paso. Con ruedas, y con cuatro cargadores sólo dentro del paso, se fue girando hasta situarse de cara a la puerta, y tras bajarlo hasta la altura de las ruedas auxiliares salió sobre estas, ya que la altura del palio hace imposible que pueda hacerlo a hombros. Ya fuera de la Castrense se volvió a colocar las patas en su sitio y los cargadores levantaron a la Virgen, que comenzó su procesión a los sones de la marcha Victoria. 

Acababa de pasar la Expiración por el Mercado Central y el público decidió quedarse a esperar a la Virgen de los Dolores. Un gentío repartido entre la Plaza de Abastos y la de las Flores mientras el portentoso paso de palio de Servitas bajaba Hospital de Mujeres después de mecerse a la salida con la marcha Virgen del Valle. Un excesivo parón en el desfile procesional con la cruz de guía en la puerta del Obispado no restó ganas de ver el paso de la Virgen coronada, la Dolores de San Lorenzo que llevaba tres años sin salir en la Semana Santa debido a la lluvia. El palio, rico en bordados a la vez que sobrio, llegó al Mercado a los sones de Getsemaní, marcha tocada por la banda del Maestro Dueñas, brillando con luz propia la cuadrilla dirigida por Julio Reyero. Un ordenado y elegante cortejo el de esta hermandad, cuyo paso avanzó por la calle Santiago mientras se escuchaba la marcha Margot, una pieza extraída de la ópera del mismo nombre, original de Joaquín Turina, que en 2014 cumple su centenario.  

Estilo castellano en La Merced para la hermandad de las Siete Palabras con un cortejo corto. Mientras Dolores de Servitas asomaba por San Lorenzo, el misterio con la talla de Luis González Rey hacía lo propio en la iglesia de Santa María. Debido a las dimensiones de la puerta, un cargador se tiene que subir al paso para colocarle la pértiga al soldado romano con la que le dio a beber a Jesús. Poco después se fue izando la cruz hasta que el capataz ordenó una levantá a hombro y empezó a sonar la marcha Santísimo Cristo de las Siete Palabras para ir buscando poco a poco la Plaza de las Canastas.

Silencio, mucho silencio, que sale el Santísimo Cristo de la Buena Muerte. La oscuridad impone. El silencio llama al silencio. El respeto llama al respeto. No se escucha un alma en San Agustín. Nadie se atreve a hablar ni a romper la magia del momento.

La única luz que hay es la de los cirios de los hermanos que llenan los tramos con el negro de sus hábitos. Después de tanto ruido y de fijarnos en lo secundario, el momento cofrade es único. 

Mucha expectación para ver salir una de las hermandades más señeras de la Semana Santa y una de las mejores tallas. El Cristo salió a baja altura para poder superar el dintel de la puerta para posteriormente ser erguido. Su cabeza ladeada, su cuerpo entero sobrecoge. San Francisco lo espera y echa a andar a paso de horquilla con música de capilla de fondo. Y el silencio para el Silencio continúa.

Posiblemente este año había casi más expectación con el paso de la Virgen del Mayor Dolor por varios motivos. Por un lado por el nuevo palio con corbatas en los varales que estrenaba la hermandad; por otro lado el capataz que comandaba el paso, Daniel Robledo, que hace años llevara el Cristo de Ecce Homo; y por último el andar de la cuadrilla. Ytodo con se hizo con mucha elegancia, más allá de las dificultades que se pudieron presentar en el camino. Detrás del palio, el detalle de cerrar el cortejo con un preste y un grupo de acólitos. Y para terminar, de nuevo San Agustín hasta los topes y otra vez el silencio imponente.  En el templo, todos los hermanos de fila esperaron formados a la entrada del palio para una recogida austera pero muy solemne.

Y las ganas de ver cofradías este año se ha llegado a trasladar a la salida del Ecce Mater Tua, que en algunas ocasiones ha sido casi en familia. Ayer en la Catedral había un río de personas.

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