Semana Santa

Última tarde... y el doble de esplendor

  • Una lustrosa y sobria jornada de Viernes Santo sitúa la Semana Santa en su recta final La Isla se aferra a sus últimas horas cofrades con las hermandades de Desamparados, Santo Entierro, Soledad y Rosario

LAS últimas horas de la Semana Santa son también intensas y van desde el esplendor de la Noche del Nazareno -que es la gran noche de La Isla- a la reposada y elegante -aunque también multitudinaria- tarde del Viernes Santo, que envuelve a la ciudad en ese aire de romanticismo cofradiero que emana de sus hermandades de negro y que marca la pauta de la jornada: ese sentimiento de que esto se acaba, de que todo está a punto de concluir un año más.

Aunque el Viernes no es el final. La Semana Santa no terminará hasta hoy. Todos lo sabemos. La procesión del Resucitado que a las diez de la mañana de este Domingo de Pascua saldrá nuevamente de la parroquia de San José Artesano pondrá el punto final definitivo anunciando ya los tiempos de las glorias, para los que queda tan poco ya. Pero el Viernes -¡qué duda cabe!- mantiene ese aire de despedida que durante años, durante décadas, ha dado forma al broche final de la Semana Santa: Santo Entierro de regreso al Carmen ya de noche, Soledad recogiéndose en la Iglesia Mayor a los sones de Mater Mea....

El Viernes queda siempre lejos de ese entusiasmo del Domingo de Ramos de estreno. Entre una y otra jornada media la vida en una semana, que diría el pregonero. El Viernes tiene otro aire. Pero esa sobriedad es igualmente bella. Es apacible y señera. Tiene su encanto. Y es igualmente de lo más cofrade. Eso es indiscutible. Aquí , en esta tarde, la Semana Santa habla el idioma de las hermandades de negro.

Este año además, la hermandad de los Desamparados le ganó una hora a la jornada al adelantar a las cinco de la tarde su salida. Unas siete horas distan de este momento iniciador hasta la recogida de la Soledad, ya pasada la medianoche. Son las últimas, la última tarde de esplendor cofradiero que vivirá La Isla en esta Semana Santa que ha disfrutado de una segunda mitad brillante y memorable en cuanto que se alejó los fantasmas del mal tiempo que empañaron sus inicios.

Así que la plaza de San José fue de nuevo el punto de partida del Viernes. En realidad, no puede haber un mejor escenario que esta fachada almagra de Torcuato Cayón para dar el pistoletazo de salida a esta jornada que ilumina la luz de la tarde mientras que la cruz de guía arbórea tan característica de esta cofradía sube la cuesta para alcanzar la calle Real. El paso del Santísimo Cristo de la Sangre, con el potente crucificado de Alfonso Berraquero, impresiona mientras avanza poco a poco, con todo el esmero que sabe darle su cuadrilla de hermanos, que por cierto este año también conmemora su 25 aniversario. Es todo un icono del Viernes Santo. Y ha conseguido hacerse un merecido hueco en esta jornada en la que desde tiempos históricos reinan las señeras y antiguas cofradías de la Soledad y del Santo Entierro.

Y el palio de los Desamparados, de esos de cajón y marchas fúnebres en el acompañamiento musical, llena la plaza de San José de Viernes Santo cuando salva la puerta de la capilla y se gira ante los ancianos de la cercana residencia de San José. Lo hace cada año.

Ese fue el punto de partida de un Viernes memorable en el que La Isla apuró su última tarde de cofradías, una jornada en la que la hermandad del Santo Entierro volvió a desplegar todo su esplendor a lo largo de la calle Real con el cortejo de las grandes representaciones, el que recrea las antiguas procesiones cívico-religiosas de la Semana Santa. Porque aquí, la estética propia de una hermandad de negro -colas, esparto y rúan, sobriedad y marchas fúnebres- se mezcla con la misma historia de la Semana Santa y con sus tradiciones.

De nuevo estuvieron presentes en este admirable cortejo que salió a las siete de la tarde de la iglesia del Carmen las representaciones militares -con el Almirante de la Flota, Francisco J. Franco Suanzes, a la cabeza en representación del Rey- y la Corporación Municipal, presidida por la alcaldesa, Patricia Cavada, lo que refrendó ese vínculo que existe entre esta hermandad de penitencia y el Ayuntamiento, que es hermano protector de la cofradía.

Con el paso del Santísimo Cristo Yacente -elegante y sobrio- procesionaron también las representaciones de las distintas hermandades e instituciones locales. Es desde luego un cortejo que gusta ver mientras se despliega, con su escolta militar de la Infantería de Marina, por toda la calle Real. Es una de esas cosas que ha hecho del Viernes Santo isleño una de las jornadas indispensables de la Semana Santa. Y los isleños no faltan a la cita. El ambiente que reinó en las calles del centro en esta jornada mantuvo la misma pauta de una Semana Santa en la que la presencia de público ha sido más que notoria y que lo fue especialmente en una tarde que volvió a bendecir el buen tiempo.

La cofradía, además, mostró sus dos caras en esta tarde del Viernes Santo: la del vistoso cortejo del protocolo y las representaciones a la ida y, a su regreso al Carmen con el palio negro de luto de María Santísima del Mayor Dolor en su Soledad, esa faceta íntima propia de una hermandad de negro que la hermandad aprovechó bien para volver a mostrar su sello propio.

Pero también la Iglesia Mayor Parroquial volvió este Viernes único a ser un escenario indispensable de la Semana Santa al abrir sus puertas para que el broche de oro de esta jornada, la Soledad, iniciara su clásico recorrido por las calles de La Isla otro año más. Fue, además, la primera en pasar por la Carrera Oficial mientras que Santo Entierro repetía su recorrido de ida por las calles del barrio de la Iglesia esquivando los escenarios más céntricos de la Semana Santa.

De nuevo, como si se tratara de una tarde de Domingo de Ramos, la plaza de la Iglesia se llenó para disfrutar de ese momento: el impresionante y plástico misterio del Santísimo Cristo de la Redención en su Traslado al Sepucro avanzando en silencio para adentrarse en la Carrera Oficial y la antigua talla de la Virgen de la Soledad -Isla pura- poniendo nombre y apellidos a la tarde del Viernes Santo mientras enfilaba la rampa de la Iglesia Mayor. Iniciaba así la cofradía un recorrido esplendoroso que luego contaría además con momentos realmente únicos a su regreso por las calles del barrio.

Aunque al Viernes todavía le quedaba ese final que se mete ya en la madrugada del Sábado Santo, el del máximo rigor y austeridad de la hermandad del Rosario en sus Misterios Dolorosos y en su camino al cementerio y a su antiguo barrio del Parque. Poco antes de que la Soledad empiece a recogerse, a las once de la noche, la austera parihuela de la Virgen blanca inicia su silencioso recorrido, solamente interrumpido por el rezo del rosario. La jornada tocaba ya a su fin.

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