Melquíades Brizuela. Ex hermano mayor de la Vera-Cruz

"Dejé la cofradía en muy buenas manos "

  • Melquíades Brizuela, cofrade 'retirado', participó en la reorganización y posterior auge de la hermandad de la Vera-Cruz

Donde no responden las piernas, responde el corazón. Los achaques de la edad acabaron con su actividad cofrade, aunque en su mente, despejada, siguen bullendo los recuerdos de aquellos años en los que contribuyó, y mucho, al resurgir de una cofradía que es hoy un ejemplo dentro de la Semana Santa gaditana. Melquíades Brizuela, durante doce años hermano mayor de la Vera-Cruz, estará hoy en el convento de San Francisco para vivir, como cada año, los prolegómenos de la salida de la Muy Ilustre y Antigua hermandad. Para vivirlos y regresar a casa por el camino más corto. "Se cierran las puertas del templo y me voy a casa a verlo por la tele. Las piernas no me permiten ya dar vueltas por Cádiz buscando a la hermandad", reconoce

Desde fuera contempla con orgullo que su legado ha sido custodiado con sumo cariño e incluso mejorado. "Se están haciendo muy bien las cosas en la cofradía, eso es algo que está viendo todo el mundo. Allí siempre se busca la fraternidad, la armonía. Sin querer dar numeritos que tanto daño hacen a las cofradías, que son Iglesia y no pueden dar espectáculos", dice.

Lejos quedaron las épocas de estrecheces en Vera-Cruz, casi extinguida a finales de los años 60. Melquíades participó en la reorganización de la cofradía a principios de la década de los 70. "Un compañero de trabajo, de apellido San Juan, me pidió ayuda y me animé. Entonces era hermano mayor Enrique Hormigo. Me sentí bien en la hermandad y me quedé para siempre. Más tarde llegó el momento de elegir hermano mayor y me tocó a mí", explica.

Brizuela atesora grandes y emotivos momentos de sus años de hermano mayor, principalmente los vividos junto a personas "que eran grandes elementos humanos y grandes trabajadores. Yo dejé la cofradía en buenas manos". Dos de esas manos pertenecen a su hijo Miguel Ángel, fiscal de la junta de gobierno de la Vera-Cruz y continuador de la tradición familiar.

Cuenta que "la savia nueva" jugó un papel fundamental en el auge de Vera-Cruz. "A los jóvenes, aunque a veces no se lo crean, las hermandades les hacen caso. Deben tener constancia para no abandonar y ganas de aprender para coger el testigo de los mayores. Muchos hijos nuestros han cogido el relevo sin que la cofradía sea  un coto familiar", afirma. 

De los momentos más gratos recuerda el estreno del paso del Santísimo Cristo y la inauguración, en 1998, de la nueva casa de hermandad. Hubo momento para la amargura. "Fue precisamente cuando estrenamos el paso de misterio y nos empezó a llover cerca de Candelaria. Nos tuvimos que quedar dentro de la Catedral y regresar corriendo en la noche del Miércoles Santo. Lo que yo pasé esos dos días no se lo deseo a nadie", evoca Melquíades.

Otra mirada desde la barrera, haciendo un símil taurino, la posa Melquíades sobre la Semana Santa de Cádiz en general. "No se puede negar su esplendor actual. Son tiempos distintos, pero se ha mejorado una barbaridad", asegura. Añade que a pesar de los tiempos que corren "en la Semana Santa hay mucha religiosidad. Es verdad que para mucha gente es un espectáculo o una manifestación artística, que también lo es, pero sin religiosidad, esto no tendría sentido".

Sobre la decadencia de la madrugada del Viernes Santo, este veterano cofrade opina que "no es para tanto, la Madrugada está aquí, para disfrutarla, y sobran dimes y diretes".

Esta tarde, cuando se cierren las puertas del templo franciscano alrededor de las 20.30 y la hermandad más antigua de Cádiz comience su estación penitencial, Melquíades Brizuela mirará con nostalgia la trasera del paso de palio de Nuestra Señora de la Soledad con el corazón en un puño y caminará hasta su casa con la tristeza de no poder procesionar y la alegría de comprobar que valió la pena el sacrificio de más de una vida trabajando a la vera de la cruz.

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