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junto al pozo

Centrados en lo fundamental

LA liturgia del cuarto domingo de Cuaresma nos invitaba a recorrer el mismo camino de fe que el ciego de nacimiento curado por Jesús, que se presenta como Luz de la vida, capaz de iluminar la oscuridad y la ceguera. La respuesta a los grandes interrogantes de nuestra existencia.

En el bautismo hemos recibido el don de la fe, el don de la iluminación: La luz de Cristo que ilumina la realidad del hombre se convierte en ocasión de discernimiento: o la aceptamos o la rechazamos.

La ceguera física, superada en el encuentro con Jesús, es signo de la ceguera espiritual, la ceguera del corazón, la ceguera de no saber discernir, quedarnos en lo superficial, mirar las apariencias y no caminar como hijos de la luz buscando lo que agrada al Señor. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

En este contexto he recordado las palabras de nuestro obispo en una entrevista concedida a este Diario: "Me duele como obispo de la diócesis, cuando os veo enfrascados en cosas sin importancia (…) experimento y observo que estas actitudes no favorecen nada la tarea para la que estamos en la Iglesia de Jesucristo: la evangelización".

Si aceptamos la Luz de Cristo, la luz de la fe estamos invitados a superar una vida de nuestras hermandades centrada en cosas que no son las esenciales o fundamentales. Estamos llamados a superar la ceguera, la mirada corta y buscar lo que agrada al Señor, que es:

1. Unas hermandades y cofradías en las que los lazos de la fe aseguran nuestra fraternidad. Relaciones fraternas presididas por el perdón, el diálogo, el entendimiento. Es el mejor testimonio para la evangelización. 2. El cultivo de nuestra vida cristiana con la catequesis, la formación, el cuidado de los sacramentos, el acompañamiento espiritual ¡Qué importante el papel de los directores espirituales! 3. El signo de la caridad que es el evangelio practicado en su esencia y en el que cada día estamos creciendo más con unas activas y solidarias bolsas de caridad. 4. El testimonio público de nuestros cultos en la liturgia y en la estación de penitencia. Un culto auténtico, en espíritu y verdad.

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