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Semana Santa

“En Cádiz, la horquilla y al hombro, como el butano”

  • Uno de los maniguetas más conocidos cuando iban a cara descubierta sigue hoy bajo el gato, aunque sólo en El Perdón

Él no sabría decir a ciencia cierta si es más conocido por cargar bombonas durante años o pasos como manigueta cuando aún éstos iban delante a cara descubierta. El caso es que Manuel Sánz, Manolo, fue uno de los rostros conocidos delante de los misterios la Semana Santa cuando día tras día se le podía ver con la horquilla. Ahora, escondido bajo el gato, lleva ya varios años cargando sólo El Perdón las madrugadas del Jueves Santo. “La edad no perdona”, asegura, pero aún así ha dejado su granito de arena entre los cofrades y colegas. “Amigos de mis hijas le han llegado a decir que son mis fans o que les gustaría ser como yo, fíjate”, cuenta como algo que le ruboriza pero que a la vez, lógico, le enorgullece.

El rostro de Manolo fue típico en cada jornada una Semana Santa tras otra . El Domingo con Borriquita, donde empezó con el horquilla, el Lunes con La Palma, Martes con Piedad, Miércoles con Cigarreras o el Jueves con Perdón. – “Y el viernes de camping, había tiempo para todo de joven”, afirma–. Este 2011 cumplirá 35 años nada menos de carga y no recuerda haber faltado ni uno desde los 17 años. A pesar de ir con el rostro descubierto y que más de uno intentaba buscarle el saludo mientras procesionaba, cree que el que va delante del paso no debe ser el protagonista y por eso no puede estar más de acuerdo con que en la actualidad se pongan un gato.

“Estás cumpliendo una devoción que tú tienes y debe ser como si fueras de penitente o penitencia, lo mismo. Me parece bien lo del gato, aunque yo nunca me he sentido protagonista”, afirma Manolo. Y eso que ahora ya no sale en las fotografías de este medio cuando antes no faltaba en los cuadernillos. “Todo el mundo me decía: ¿a ti por qué te sacan siempre en las fotos del Diario? Será porque soy el más alto, les contestaba yo”. Mide cerca de 1,90.

Como manigueta que es defiende al ultranza la forma tradicional de carga en Cádiz. “La manigueta y la horquilla es una tradición y no sé porque hay algunos que están empeñados en que desaparezca. Siempre ha sido el manigueta con la horquilla y el paso al hombro, como el butano”, bromea. Evidentemente, cargar el paso le gustaba y le gusta más que cargar la bombona. Eso sí, “no había mejor entrenamiento que bajar y subir escaleras con el butano al hombro”, aclara. Hoy trabaja en una empresa de seguridad y entrena más con el sofing, vuelve a bromear. Está claro que era un buen fichaje para cualquier cuadrilla. “Hombre ya me llaman menos, pero algunos capataces sí que me proponían que me fuera con ellos”.

La relación de Manolo con la Semana Santa le viene desde pequeño, como la mayoría de los cofrades, y ligada a la cofradía de El Perdón. Recuerdos tiene a cientos después de toda una vida. Un año especial, 1982. “Fue el año del estreno del paso de El Perdón y fue el año en que se retiró mi padre, Francisco Sanz, que dirigió el paso como capataz”. “La Semana Santa me ha dado muchos amigos y he conocido a mucha buena gente”, añade. Y enumera a capataces. “José Carreras, Pedro Ramos o mi propio padre. Tampoco quiero que se me olvide Antonio Santana, que salí con él diez años y es un gran capataz y mejor persona”. Sobre su mejor época no se decide a decantarse con seguridad. “No sé –responde– pero hoy en día estoy disfrutando mucho en la cuadrilla de Adolfo Morera, porque sacar esa mole a la calle –el paso de El Perdón– y desfilar de la forma que está desfilando es un logro”.

Con 52 años cumplidos, Manolo se pone una fecha tope, el Sábado Santo de 2012. El día de celebración de la Magna lo ve como un bonito momento para su retirada. “Es lo que planeo ahora mismo, aunque no sé si el año que viene, si me encuentro bien, cambiaré de opinión”.

Esta Semana Santa, escondido, pero con su particular forma que hacen que muchos lo reconozcan, irá otra vez bajo el palo de El Perdón. Se quita el gusanillo, dice. “Porque hoy en día hacer lo que yo hacía antes es de locos, los pasos pesan cada vez más” ¿Y si tuvieras 20 años de edad no lo harías? “Bueno, igual si lo haría”, reconoce finalmente. Lo sabía.

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