Semana Santa en San Fernando | Misericordia

Un Jueves Santo de cuatro horas

  • Misericordia aprovechó la tregua de la tarde y se echó a la calle pero a la noche recortó su recorrido para bajar la calle Colón y aceleró su regreso después de que empezara a lloviznar

Salida de Misericordia de San Fernando. / ROMÁN RÍOS

Tampoco dudó en echarse a la calle la hermandad de la Misericordia, que a las seis y media de la tarde abrió las puertas de la iglesia de la Pastora para mostrar el lado más clásico del Jueves Santo isleño. Lo hizo además bajo un cielo completamente azul, como si las inquietudes del día y la amenaza de lluvia no  hubiesen existido en ningún momento durante este día tan complicado que amaneció con una tormenta en toda regla. 

A esas horas de la tarde, sin embargo, parecía imposible pensar siquiera en no salir a la calle. Tampoco pensar en las probabilidades de agua para la noche de la que insistentemente hablaban los partes del tiempo. Pero no duraría mucho, aunque –eso sí– la hermandad tuvo cuatro horas de Jueves Santo en la calle. Algo es algo. 

Ya a la salida de la Carrera Oficial, ante las previsiones de lluvia para la noche, la cofradía optó por recortar su recorrido de regreso al barrio prescindiendo de la calle Ancha y bajando la calle Colón. Y tan solo unos minutos después empezó a lloviznar. No fue mucho y, afortunadamente, no duró más que unos minutos. Así que la cofradía aceleró su regreso a la iglesia todo lo posible. 

Atrás, no obstante, quedaban esas horas en las que la cofradía se enganchó a ese espejismo de la tarde de un Jueves Santo perfecto para recorrer las calles de La Isla con sus particulares maneras, con ese sello tan suyo, que mostró especialmente en la salida del misterio con Jesús de la Misericordia, que interpretó la banda de música del palio, la de San José Artesano. ¡Cuánto tiempo hacía que no se escuchaba la marcha de Agripino Lozano!  

Fue un momento que recordó a esa Misericordia de los viejos tiempos, a esa Semana Santa isleña que vio crecer a generaciones de cofrades. La banda de cornetas y tambores El Amarrado de Ávila –con sus llamativos cascos con penachos de plumas azules–  remató la faena tocando Misericordia isleña cuando el misterio enfilaba el clásico giro de la plazoleta para buscar la subida de la calle Marconi.

En el palio de la Piedad –ayer fue irremediablemente la única dolorosa del Jueves Santo– se vio también la primera fase del bordado del techo del palio, el gran estreno de la tarde que continúa una labor de décadas en el seno de la hermandad.

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