Diario Cofrade

Semana Santa en Cádiz. Así fue la procesión de Buena Muerte en 1921

  • Después de solicitar al obispo refundar la cofradía con un marcado carácter sobrio y de silencio, la hermandad salió a la calle de nuevo hace ahora un siglo

Diario del 26 de marzo de 1921, que reflejaba la crónica de la procesión de la Buena Muerte.

Diario del 26 de marzo de 1921, que reflejaba la crónica de la procesión de la Buena Muerte.

La expectación generada en la Semana Santa de 1921 respecto a la salida a la calle de la cofradía de la Buena Muerte, gestada apenas meses antes, debió ser grande. En las páginas de Diario de Cádiz se encuentran varias referencias a esta procesión en los días de Semana Santa. Una de ellas lleva la firma de Julián Carbó del Cerro, que avanza cómo será ese cortejo que se pondrá en la calle el Viernes Santo.

“Sobre repujada peana de plata, como un pedazo de tierra arrancado al monte vivo, entre la jara y el lentisco, se levanta la Cruz y a ella clavada, la escultura del Señor”, que se atribuía a Montañés. “Cuatro blandones, uno en cada esquina del paso, lleva este por toda luz”, se añadía respecto al paso procesional de la imagen. También se especifica cómo serán los hábitos del cortejo: “Las túnicas que vistan, ajenas a otro color que no sea el de luto, son de tela recia y en lugar de zapato con hebilla calzarán sandalias, y en sus manos el clásico y pesado cirio típico de las cofradías sevillanas”.

“La Cruz y el Crucificado; esa es toda la procesión de la Buena Muerte. Arte y religión. Lo humano, que parece divino, y lo divino, que parece humano. El lujo, los colores, lo abigarrado, lo que es solo patrimonio de la tierra, no. El arte, que es solo belleza y exquisitez, va siempre tras lo sencillo, que no fue ni más ni menos que todo el capital que desde el cielo trajo a la tierra el Redentor para vencer a cien religiones”, narra Carbó del Cerro, especificando que “por primera vez saldrá esta procesión en Cádiz en semejante plan de humildad”; una cuestión por la que, añade, “es fácil que muchos detalles falten debido al poco tiempo con que se contó para prepararla, aun sobrando a sus hermanos los deseos de que no se omitiera ninguno”.

El 26 de marzo de 1921 era Viernes Santo. Y “esta noche saldrá procesionalmente la cofradía del Santísimo Cristo en su Buena Muerte”, a las diez en punto de la noche. Se ve, por tanto, que esa idea inicial de salir camino de Catedral a las tres de la tarde para regresar del primer templo en horario nocturno no llegó a fraguar.

El periódico de ese día detalla cómo será el cortejo y la procesión primera de la hermandad. Comenzando por la cruz procesional “de plancha de cobre grabada, de forma flordelisada con figurillas cinceladas de ángeles y en medio la del Crucificado; bellísimo ejemplar de gran interés artístico y arqueológico (arte románico del siglo XII) cedido expresamente por su propietario para la procesión”. Seguido de la cruz, los hermanos de la cofradía “vistiendo el traje tradicional de los penitentes españoles en las cofradías de penitencia de la Semana Mayor, que era por extrema humildad el traje más vil y denigrante que podía usarse en España: el saya de los ‘ensambenitados’ o condenados por el Santo Oficio con su capirote puntiagudo y su rostro cubierto”.

La cruz parroquial, un trío de instrumentos de madera (oboes y fagot) “que interpretarán una tonada religiosa sevillana tal como se hace de tiempo inmemorial en las más típicas cofradías de Sevilla” y la presidencia del cortejo precedían al paso del Cristo, “la genial obra del más grande de los imagineros andaluces, Juan Martínez Montañés”, decía rotundo el Diario, que a continuación detalla la valía de la talla del Crucificado.

Para la procesión se prohibía prender coronas de los brazos de la cruz, otra de las tradiciones de la Semana Santa que rechaza esta nueva cofradía concebida por 65 gaditanos meses antes. “Esta procesión desfilará guardando un absoluto silencio y se ruega encarecidamente al público lo guarde por su parte, contribuyendo cada uno a que lo observen igualmente las personas de su alrededor como muestra de respeto y devoción”, se indicaba.

A su paso por la calle Ancha se le apagaba la luz a la cofradía, que tras salir de San Agustín ese año haría el siguiente recorrido: San Francisco, Nueva, San Juan de Dios, Pelota, Catedral, donde haría estación, Compañía, Plaza de las Flores, Columela, Palillero, Novena, Ancha, San Antonio, Cánovas del Castillo, Columela y San Francisco, regresando así a San Agustín.

El periódico del día siguiente reflejaría la normalidad con la que se desarrolló esta primera salida procesional de la cofradía de la Buena Muerte que hoy se conoce, “una nota de alto interés y sentido cristiano por lo que han sido merecidamente felicitados sus iniciadores y organizadores”.

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