Cádiz volvía este viernes, de alguna forma, al minuto cero. Los de Jesús de Medinaceli fueron los últimos besos que hace un año permitió la pandemia; fue esa tarde de primer viernes de marzo de 2020 cuando llegaron las recomendaciones de que se evitara besar a las imágenes, y una semana después se suspendería la Semana Santa y la población española terminaría confinada en sus domicilios.
El encuentro, un año después, con la imagen de Jesús Cautivo y Rescatado tenía este viernes, por tanto, aires de nostalgia, tintes de la tristeza en la que la población anda sumida desde que el Covid se hizo cargo de nuestras vidas, impidiendo besos y abrazos también a la madera a la que muchos devotos se aferran en las buenas y en las malas. Todo eso se ha respirado en una iglesia de Santa Cruz que durante todo el día ha estado llena y que ha vuelto a dejar imágenes de las colas en la plaza de Fray Félix para entrar a ver al Medinaceli.
Ni la ausencia de besapié ni la lluvia con la que amaneció un viernes desapacible ha alejado a la ciudad de su tradicional encuentro del primer viernes de marzo. El Cautivo que tallara Láinez Capote a semejanza del de Madrid y la Virgen de la Trinidad de Buiza, una de las Dolorosas más espectaculares de la Semana Santa gaditana, aguardaban en el altar dispuesto este año por la hermandad al fondo de Santa Cruz.
El Cristo en alto y una barrera de separación marcaban la distancia impuesta por el coronavirus. Y entre parada y parada ante las imágenes, entre rezo y rezo, resonaron durante todo el día las distintas misas y cultos que se sucedieron en la Catedral Vieja; la última de ellas presidida por el obispo diocesano, Rafael Zornoza.
Con colas, pero sin besos, Cádiz ha celebrado así un nuevo primer viernes de marzo; un viernes que recuerda al momento cero de la epidemia, a esos últimos besos que se escaparon en la madera de las devociones.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios