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San Fernando

A la luz de una nueva tarde

  • El Miércoles Santo trajo un paréntesis de normalidad que, sin embargo, se vivió bajo la amenaza de unos demoledores partes del tiempo para la recta final de la Semana Santa más desasosegada de los últimos años

LA Semana Santa necesita sol. Los pasos dorados tienen que brillar a la luz de la tarde. Los palios tienen que recibir el calor vespertino de la primavera. La cera que portan los hermanos tiene que encenderse toda para derretirse y marcar el camino por el que ha pasado una cofradía. Es un proceso químico. De la química de los sentimientos y emociones que funciona entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección. Lo sabe cualquier cofrade.

Pero esta Semana Santa no ha sido así. Esta Semana Santa ha sido de sobresaltos y tensas esperas. Ha sido de nervios y frustración. De tardes agitadas y nudos en la garganta. Aún así, y hasta ahora, La Isla ha tenido a todas sus hermandades en la calle. Con jornadas de dudas e incertidumbre. Con recortes -algunas- en sus recorridos de regreso. Pero todas han salido. Y eso es más. Mucho más de lo que muchos otros han podido tener.

El Miércoles Santo trajo una tregua, un paréntesis de tranquilidad entre los primeros días de desasosiego y los amenazadores partes meteorológicos que se barajan para el resto de jornadas cofrades. Ayer, era mejor no mirarlos. Era mejor no pensar que la Semana Santa podía acabar en su ecuador, con la Vera-Cruz, el Gran Poder y los Servitas, hermandades que vivieron con normalidad una jornada que trajo consigo importantes cambios y que llegó tras una nublada mañana que a más de uno -tal y como se presenta la semana- hizo desconfiar de la bonanza de unos pronósticos que descartaban por completo la lluvia para la tarde.

El adelanto de las salidas de Servitas y de Vera Cruz cambió por completo la jornada que en el centro de La Isla se ha hecho siempre esperar. Hasta que los hermanos del Gran Poder no hacían su entrada en la Carrera Oficial -en torno a las ocho de la tarde- no se veía un penitente por la calle Real. Ayer fue distinto.

El Miércoles contó con más horas de tarde para disfrutar de sus hermandades. Era un cambio necesario y ha sido un cambio acertado. Pero La Isla necesitará más tiempo para adaptarse a las novedades de la tarde. Sólo así se explica la poca gente que se congregaba en torno a la plaza Madre Teresa de Calcuta, junto a la parroquia del Santo Cristo, cuando a las cinco y media de la tarde los hermanos de la Vera Cruz plantaron su cruz de guía en la calle para abrir una nueva tarde de procesiones, la primera de la semana que los isleños vivieron sin incertidumbres ni desasosiego a causa del mal tiempo. La primera -y ya era Miércoles Santo- en la que no hubo que mirar al cielo para ver hacia dónde iban las nubes o confiar en que amainara el Levante.

Desde luego, fue un error perderse la salida que esta hermandad hizo desde el Cristo. Porque fue uno de los momentos más cofrades no ya del Miércoles Santo sino de toda la Semana Santa. A su estilo, claro. Porque Vera-Cruz no es una hermandad de negro o una cofradía de barrio. La Vera-Cruz es la Vera-Cruz. Una de las cofradías más isleñas de todas las que procesionan en la ciudad. Una hermandad con sello propio. Con una potente personalidad, fraguada durante siglos de historia compartida con la ciudad, con su barrio, con su gente. Vera-Cruz es una de las cofradías más cofrades. Pero hay que entenderla, hay que cogerle su punto cuando el  misterio, portado por la cuadrilla del Nazareno, abre suavamente el compás a las maneras -sobrias y recias- de los antiguos cargadores de La Isla para buscar la calle Ancha.

Hasta las nubes, presentes desde por la mañana, se despidieron para dejar paso a un cielo completamente despejado. El completo misterio exhibió su clasicisimo, su toque antiguo y romántico -la forma de vestir de la Virgen del Mayor Dolor, el manto de San Juan con su palma-  a los sones de las austeras marchas de la Municipal y del redoble templado. La Magdalena se muestra remozada, restaurada. Era el estreno  de la hermandad para la tarde. Aunque sus esfuerzos hace años ya que se concentran en la rehabilitación de la vieja capilla de la calle Patrona, de la que se marchó hace ya tres Miércoles Santos. Y a la que espera volver pronto. Pero con todo su esplendor recuperado. El proyecto en el que trabaja la hermandad para rescatar el templo y toda su decoración interior es realmente digno de admiración.

Los hermanos cruceros, revestidos de esparto y austeridad, con sus colas negras arrastrando por el suelo, exhibieron ayer sus maneras en un cortejo penitente que no pasó desapercibido para los ojos del isleño, del cofrade, al que le gusta recrearse en estos detalles, al que le gusta ver la cofradía entera, desde la cruz de guía hasta la banda de música.

La cera verde y los cirios de respeto delante de la cruz de guía, los hermanos con las cruces al hombro, el lignum crucis y el libro de los muertos... Detalles que conforman un cortejo que en pocos años se ha ido renovando a la luz de la particular personalidad de esta cofradía tan identificada con la jornada del Miércoles Santo de La Isla.

Desde la Bazán

En realidad, el Miércoles Santo había comenzado casi una hora antes, aunque bastante más lejos del Cristo. A esa hora, la hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y de María Santísima del Amor estrenó la nueva puerta de la parroquia de la Sagrada Familia para iniciar su largo recorrido.  Fue, como siempre, una  salida popular, arropada por la gente del barrio, que acudió puntual a su cita para despedirse -sólo por unas horas- de su cofradía.

La hermandad avanzó rapidamente. A las siete y media de la tarde, la cruz de guía está en la esquina de San Rafael con Gravina. Y Vera-Cruz había entrado en la Iglesia Mayor Parroquial  -el cortejo entero, como suele hacer- para efectuar su tradicional estación de penitencia antes de llegar a la Carrera Oficial.

Antes, a las siete, la tarde alcanzó su plenitud en el centro de la ciudad cuando la Virgen de los Servitas salió de la Iglesia Mayor Parroquial para entrar -ayer fue la primera, al contrario que otros Miércoles Santos- en la Carrera Oficial. A esa hora, el público -no excesivamente numeroso- se congregaba en torno a la calle Real.

A la luz de la tarde, su austeridad, la sobriedad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, la elegancia del templete avanzando recto y silencioso  entre los palcos reportaron una imagen completamente distinta para esta jornada de Miércoles Santo.

En el centro

En Carrera Oficial, la jornada se resolvió con prontitud y sin complicaciones. En apenas un cuarto de hora, los Servitas alcanzaron la esquina de Isaac Peral para girar luego por la plaza del Rey y continuar su recorrido.

A las ocho y cuarto, el misterio de la Vera-Cruz estaba ya a la altura de la tribuna reservada a las autoridades y la cruz de guía del Gran Poder alcanzaba ya los primeros palcos. Contrasta la austeridad de los cruceros con los capirotes y capas blancas de los penitentes que se adivinan al fondo, rodeando la característica cruz de guía dorada de esta hermandad. Fue otra imagen insólita que ayer reportó esta jornada renovada con los cambios horarios. En una trepá de los característicos andares de esta cuadrilla, la hermandad salió de la Carrera Oficial. Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, sobre su nuevo paso dorado,  avanzaba hacia los palcos. Llegaba la noche del Miércoles Santo. 

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